miércoles, 30 de julio de 2008

El debate invisible: Los Acuerdos de Libre Comercio y la privatización de la soberanía política

El debate invisible: Los Acuerdos de Libre Comercio y la privatización de la soberanía política

Pablo Dávalos

La última reunión de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio, OMC, efectuada a fines de julio de los presentes, y cuyo objetivo era el de conseguir un nuevo acuerdo de comercio global pendiente desde 2001, finalmente se estancó por la negativa recurrente de los países más ricos por revisar la estructura arancelaria de su producción agroindustrial, y demuestra que el discurso del libre comercio, en realidad, es más una cobertura para desarticular las políticas de protección y desarrollo industrial que puedan impulsar los países más pobres, que una realidad de la globalización neoliberal. Empero de ello, hay una soterrada disputa que no emerge de manera explícita en las reuniones multilaterales sobre el libre comercio, pero que forma parte de la agenda de los centros de poder que están detrás de la OMC , esta discusión hace referencia al formato político que deben asumir los Estados-nación, en el momento de la globalización neoliberal.

Más allá de los debates sobre los aranceles, la protección a la producción agroindustrial a través de los subsidios que mantienen los EEUU y la Unión Europea , el cronograma para la liberalización comercial, etc., existe una subterránea disputa que atañe a la transformación del Estado y del concepto de soberanía estatal. Los acuerdos de libre comercio, propugnados por la OMC , se están convirtiendo en un formato jurídico de contractualidad trans e inter-nacional. Las cerradas confrontaciones que se suscitan en las negociaciones bilaterales o multilaterales, a propósito de los acuerdos comerciales entre países, dan cuenta de que una vez suscritos estos acuerdos, la legislación interna, incluidos sus marcos Constitucionales, deben transformarse inmediatamente y en función de estos acuerdos de libre comercio.

Es por ello que en las negociaciones de la OMC , se asume que los Estados-nación deben utilizar la capacidad coercitiva que emerge de su soberanía política, para salvaguardar la seguridad jurídica de los inversionistas privados. En ese sentido, se está produciendo una especie de transferencia de la soberanía jurídica y política de los Estados, hacia los actores claves de la globalización: las corporaciones transnacionales y la banca financiera mundial.

De este modo, el neoliberalismo se está constituyendo en un proyecto más vasto que aquel que solo se limitaría a la economía. Sus transformaciones apuntan, en realidad, al conjunto de instituciones políticas, sociales y jurídicas que estructuran al Estado y a la forma política del sistema-mundo capitalista. Estamos, entonces, ante la presencia de una Gran Transformación, en el sentido inverso en el que Karl Polanyi daba a esta frase. En efecto, es el sentido del Estado el que está en disputa en estos momentos. ¿Qué es el Estado y cómo debe asumírselo en esta hora neoliberal? ¿Qué significa la soberanía para las corporaciones transnacionales? ¿Quiénes son los "inversionistas" y porqué ahora poseen derechos que antes eran prerrogativa de los Estados?

Desarmar al Estado como noción del "interés de todos", y volverlo a rearmar como garante de la propiedad privada, esto es, como "Estado social de derecho", ha sido una de las tareas fundamentales de la globalización neoliberal. En esta tarea de desarmar para volver a armar al Estado sobre nuevas bases contractuales, se están creando y posicionando figuras de contractualidad relativamente novedosas y que dan cuenta de la magnitud de esa Gran Transformación Neoliberal.

Es por ello que habría que volver sobre la heurística que se desprende de los contenidos jurídicos y políticos que constaban en el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), propuesto por la OCDE , y que fuera realizado entre 1994 y 1998. Allí, se inscribía la utopía del capitalismo: la conversión a un marco de soberanía jurídica estatal al inversionista privado y la inversión.

Para que la figura jurídica del "inversionista" tenga un rango de contractualidad ha sido necesario someter al Estado a transformaciones de fondo. Esos cambios vinieron de la mano de las privatizaciones, la desregulación, la descentralización y profundas reformas estructurales. Sin embargo, hay un proceso que ha permanecido en cierto sentido oculto en este proceso y es la privatización de la inversión y la creación de su correlato: el inversionista como figura con carácter histórico.

En efecto, detrás de esas figuras jurídicas del "inversionista y la "inversión", a las que hacía referencia el AMI, y que posteriormente serán parte de todos los acuerdos y tratados de libre comercio, bilaterales o multilaterales, hay un recorrido de tipo conceptual y también histórico, que da cuenta, entre otros procesos, de la privatización de la inversión como proceso histórico-social, y de la construcción de un Estado que la garantice, proteja y defienda transfiriendo sus capacidades de inversión hacia actores privados.

En efecto, cabría recordar que tanto en el Estado de Bienestar y de su correlato en América Latina, el Estado industrializante, la inversión siempre era considerada desde un punto de vista histórico y correspondía a una necesidad social, en la cual el rol del Estado era determinante. Es por ello, que en los discursos del desarrollo y del crecimiento económico se justificaba y legitimaba la intervención del Estado a través de la denominada "inversión pública", como un factor importante del crecimiento económico y la redistribución del ingreso.

Los efectos de la inversión pública sobre la economía, fueron objeto de largos debates cuando se trató de explicar y comprender, por ejemplo, el "milagro de los tigres asiáticos", en referencia a los procesos de desarrollo y crecimiento económico de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong. Había un cierto consenso en la idea de que las altas tasas de crecimiento económico de esas regiones se debían a una combinación de políticas públicas con una fuerte inversión del Estado, sobre todo en áreas consideradas estratégicas, en especial la tecnología, amén de una participación importante del sector privado.

Los programas de estabilización macroeconómica del FMI, y los proyectos de reforma estructural del Banco Mundial, cambiaron el énfasis y el sentido de la inversión pública, y determinaron a las políticas de inversión pública más bien como una amenaza a las decisiones que pueda adoptar el sector privado y el mercado global. No es casual que el primer punto del Consenso de Washington haga referencia, precisamente, a la austeridad y la disciplina fiscal. En efecto, la disciplina fiscal debilitó y vulneró cualquier capacidad que tendría el Estado de llevar adelante una política de inversión pública. Los programas de ajuste del FMI devastaron la posibilidad de que el Estado se convierta en un agente importante de la inversión económica. La inversión, como proceso histórico y social, por tanto, fue transferida íntegramente al sector privado.

Sin embargo, cuando se habla de la inversión, también se hace referencia al empleo y, por consiguiente, a los niveles de ingresos del conjunto de la población. Lo que se transfirió al sector privado no fue solamente la capacidad discrecional de crear o destruir empleos, sino también la facultad de disponer de los ingresos (y, por tanto, del consumo) de toda la población, en otras palabras, la posibilidad de controlar y administrar la escasez. Los inversionistas privados tienen ahora la capacidad de crear escasez y distribuir la abundancia, y utilizarlas como un recurso de poder.

De esta manera, el Estado deja de ser un actor importante del desarrollo económico y se convierte en un garante y complemento de estas decisiones sobre inversión y empleo que asume el sector privado. Concomitante a este proceso, el sector privado, que en lo fundamental estaba conformado por grandes corporaciones multinacionales, reclama al Estado "seguridad jurídica" y un estatuto político propio para el inversionista privado.

En el discurso del neoliberalismo, la inversión privada se convierte en el eje explica el crecimiento y, por consiguiente, la capacidad de consumo de la población. Ya no se hacía referencia a los "tigres asiáticos" que aún tenían un tufo a Estado, sino de los nuevos mercados emergentes, como Malasia o Filipinas, que expresaban las virtudes del crecimiento económico por la vía de los mercados y los empresarios privados. Sin embargo, para que la inversión privada tenga un entorno "amigable" era necesario que el Estado restringa de manera radical sus opciones de intervención sobre la economía y que garantice la "seguridad jurídica" de los inversionistas privados.

En virtud de que la parte de león de la inversión privada en realidad era inversión pública que había sido privatizada, los inversionistas privados querían curarse en sano y evitar futuras nacionalizaciones, estatizaciones, controles y regulaciones. Por ello, al sector privado no le bastaba la declaración de seguridad jurídica que el Estado podía realizar, sino que buscaron (y buscan) la transferencia del poder político del Estado hacia el sector privado, vale decir, hacia las corporaciones, de tal manera que el proceso de privatización y desregulación sea irreversible.

Esa transferencia de poder político está en la necesidad de que el sector privado sea reconocido no solo en el ámbito del derecho privado y comercial, sino incluso en el ámbito de la contractualidad social. En otras palabras, lo que los empresarios pedían (y piden) es que el Estado les resigne su soberanía política.

Es en virtud de ello que cobra importancia el AMI, porque en este acuerdo, cuya pretensión era proteger a las inversiones privadas, se le otorgaba al inversionista y a la inversión una textura jurídica novedosa: aquella de ser figuras de contractualidad. De esta manera, se buscó la privatización, si vale la expresión, de la soberanía del Estado. Quizá el ejemplo más relevante de esta deriva jurídica de privatización de la soberanía de los Estados, sea el Centro de Arbitrajes del Banco Mundial, el CIADI. Hace algunos años habría sido impensable siquiera suponer que una corporación pueda sentar en el banquillo de los acusados a un Estado y tratarlo de igual a igual. El CIADI ha hecho posible que empresas y Estados tengan, a nivel jurídico, una misma consistencia contractual. En ese juego de espejos, quien realmente tiene soberanía política no es el Estado, sino la corporación.

El discurso de la globalización es ejemplificativo a ese tenor. El AMI como heurística de este proceso, permitió que las demandas de las grandes corporaciones multinacionales se trasladen hacia los acuerdos de libre comercio, tanto bilaterales como multilaterales, y de éstos hacia los tribunales de arbitraje. En todos estos tratados y tribunales de arbitraje, el inversionista y la inversión gozan de derechos contractuales que los equipara con aquellos que antes eran de potestad de los Estados.

Para que los tratados de libre comercio que permiten el nacimiento y conformación de esta nueva contractualidad, tengan peso político es fundamental debilitar al Estado-nación, en su sentido más fundamental: aquel que hace referencia a su soberanía política.

En el juego de casino de la globalización del capital financiero internacional, la soberanía política de los Estados-nación se convierte en un obstáculo. En efecto, si se mantiene la soberanía política del Estado-nación, ésta puede dar paso a la estatización y nacionalización de recursos estratégicos, al establecimiento de controles y regulaciones, a la búsqueda de un rol más proactivo del Estado en la economía, a impuestos y regulaciones ambientales o laborales; en fin, la soberanía política de los Estados-nación, puede revelarse anacrónica con la gran transformación neoliberal.

De ahí que uno de los logros más importantes de esa gran transformación neoliberal, haya sido el consenso que se logró sobre la figura del Estado como Estado de derecho. Es decir, un Estado que se limita a garantizar el cumplimiento de los derechos fundamentales, y, entre ellos, aquel de la propiedad de los inversionistas. El Estado de derecho no interviene en la economía, ni en el desarrollo sino a condición de garantizar la "seguridad jurídica" de los agentes privados. El Estado de derecho, respeta y hace respetar las reglas de juego del sistema. Esas reglas de juego, que las determinan los inversionistas y sus inversiones, se convierten en rule of law. El Estado de derecho neoliberal expresa, justamente, esa demanda del imperio de la ley. Los Centros Internacionales de Arbitraje están hechos, precisamente, para regular, controlar y sancionar el incumplimiento del imperio de la ley. El Estado nada puede hacer en contra de estos centros de Arbitraje, salvo enviar a su delegado si no quiere que en el concierto internacional sea considerado como un Estado paria, y que a ese tenor los inversionistas decidan no invertir y, en consecuencia, generar escasez, pobreza, desempleo.

Es un dato curioso que de todos los eventos que configuraron a la globalización durante la década de los noventa, y entendiéndose a la globalización como una fase particular de predominio del capital financiero en el sistema-mundo capitalista, hayan sido la guerra de Kosovo, y la masacre de hutus y tutsies en Ruanda, los que definen los límites y posibilidades del Estado neoliberal: o la balcanización y fragmentación total del Estado-nación, o el grado cero de contractualidad en la que el hombre, literalmente, se convierte en lobo del hombre. Ante esa posibilidad, a los Estados no les queda otra opción que integrarse a la globalización neoliberal resignando su soberanía.

lunes, 28 de julio de 2008

A proposito de la Consulta

A propósito de la Consulta

Para decidir y considerar, sólo me hace falta que estés tú[1]

Napoleón Saltos Galarza
wnsaltosg@yahoo.es
Quito, 25 julio de 2008

Zygmunt Bauman pone el dedo en la llaga al denunciar el límite de la libertad en la modernidad capitalista: todo se puede (aunque la mayoría no pueda casi nada), excepto imaginar un mundo mejor que este en que vivimos. Cuando mucho, se queda en la reparación de la casa, la reforma del tejado, la pintura de las paredes, sin que se cuestione la misma arquitectura de la casa ni, mucho menos, el modo de convivencia de quienes la habitan.
Frei Betto, Privatización de la libertad[2]

Tiempo de decisiones

Estamos a las puertas de la decisión en la consulta popular sobre la Constitución aprobada por la Asamblea Constituyente. La primera pregunta es ¿hay posibilidad de libertad en la decisión? La dinámica del juego político, tanto desde el lado del régimen, como desde la derecha ha creado un espacio cerrado entre el sí y el no. La propaganda oficial se centra en dos ideas fuerza: votar por el NO es regresar al pasado (vuelve el Congreso y la partidocracia) y con ello hacer juego a la derecha; la nueva Constitución es la puerta del cambio y del bien. La propaganda de la derecha argumenta que el SI es dar carta en blanco al autoritarismo de Correa y con ello afirmar un socialismo ateo. No se abre un espacio para el debate, para saber por qué optamos por el SI o por el NO. Estamos de entrada condenados a alinearnos a favor del régimen o en su contra; la decisión sobre la Constitución queda sometida a los avatares de la coyuntura. Un debate filosófico No existe la libertad en abstracto. El argumento filosófico liberal reduce la libertad a su lado “formal”, en las nuevas versiones se concentra en el procedimiento; y rechaza “la convencional oposición marxista-leninista entre la libertad «formal» y la «real»”. Aquí está el “centro nervioso de la ideología liberal: la libertad de elección, basada en la idea del sujeto «psicológico» dotado de propensiones que intenta hacer realidad.”[3] El poder en las diferentes versiones se presenta como la capacidad de vencer o de convencer, a menudo por encima de los intereses de los propios sujetos, sobre todo de los dominados. “Beauvois enumera tres modos de lo que lleva a las personas a cumplir dicho acto en contra de su propensión o sus intereses percibidos: autoritario (la pura orden: «¡deberías hacerlo porque yo lo digo, sin cuestionarlo!», sostenida por la recompensa si el sujeto la cumple y el castigo si no la cumple); totalitario (la referencia a una causa superior, a un bien común que es mayor que el interés percibido del sujeto: «¡deberías hacerlo porque, aunque sea desagradable, le sirve a tu nación, tu partido, la humanidad!»); y liberal (la referencia a la naturaleza interna del sujeto: «lo que se te pide tal vez parezca repulsivo, pero si buscas profundamente en tu interior descubrirás que está en tu verdadera naturaleza el hacerlo, te resultará atractivo, descubrirás dimensiones nuevas e inesperadas de tu personalidad!»). Zizek precisa que más bien el autoritarismo proclama el bien superior bajo la amenaza de la recompensa o del castigo, mientras el totalitarismo y el liberalismo invocan al sujeto, y “la diferencia entre ambos reside en otra parte: el «totalitarismo» le impone al sujeto su propio bien, aunque sea contra la voluntad de dicho sujeto… El liberalismo intenta evitar (o, mejor dicho, tapar) esta paradoja aferrándose hasta el final a la ficción de la autopercepción libre e inmediata del sujeto” El razonamiento liberal empieza por situar la decisión en el individuo, por “la privatización de la libertad”[4], para reducirla a un problema de conciencia personal, separada/vaciada de la contextualización social: la libertad formal “se inscribe en la ideología del sujeto entendido como individuo psicológico preñado de habilidades y tendencias naturales”. Cuando tengo que decidir, interpreto los procesos “como resultado de mi personalidad, no como resultado de que las fuerzas del mercado (o del poder) me arrojen de un lado a otro.”[5] En la decisión de la consulta, el sistema va jugar esas tres variantes: el discurso autoritario desde ambas veredas: para la propaganda oficial, si votas NO opera el chantaje del regreso del “Congreso de los manteles”, como consta en el Mandato Constituyente sobre la transición. Para la derecha, si votas SI, opera la amenaza de la prolongación del autoritarismo de Correa. El discurso totalitario de ambas veredas: debes votar SI, porque hay una razón superior, el cambio, la felicidad; auque puede haber puntos que no te gusten o estén en contra de tus intereses. Una variante es el discurso pragmático: no se podía ir más allá; hay que aceptar los cambios posibles. Y del otro lado: debes votar NO, porque si no atentas contra la vida, contra el bien supremo, Dios. Una variante es el discurso anticomunista: ya llega el socialismo chapista, te van a quitar la casa y hasta los hijos…- Ocultar texto citado - Y entonces, desde la impotencia personal viene el discurso de votar en conciencia. Al final no queda más que la salida del mal menor: peor es nada. El consuelo de no ser calificado como reaccionario, aunque en silencio o en privado se proclame la insatisfacción de una oportunidad perdida. La libertad leninista Empieza por contextualizar: “libertad sí, pero ¿para QUIÉN? ¿Para hacer QUÉ?”. Establece una ruptura entre libertad “formal” y “real”. “De eso tratan los ataques obsesivos de Lenin contra la libertad «formal», ahí reside su «núcleo racional» que vale la pena salvar hoy:[6] cuando él subraya que no hay ninguna democracia «pura», que siempre deberíamos preguntar a quién sirve la libertad en consideración, cuál es la función de dicha libertad en la lucha de clases, su fin es precisamente el de mantener la posibilidad de la verdadera elección radical. A eso equivale en último término la distinción entre libertad «formal» y libertad «real»: la libertad «formal» es la de elegir dentro de las coordenadas de las relaciones de poder existentes, mientras que la libertad «real» señala el espacio de una intervención que socava las coordenadas en sí. En resumen, el objetivo de Lenin no es limitar la libertad de elección, sino mantener la opción fundamental: cuando Lenin pregunta cuál es la función de una libertad dentro de la lucha de clases, lo que pregunta precisamente es: «esta libertad ¿aumenta o disminuye la opción revolucionaria fundamental?»[7] El sistema produce dilemas que se agotan dentro de las reglas de juego: las dos variantes terminan por consolidar el juego del poder. Ahora la condena es o con la derecha, o con un gobierno que ha optado por una salida excluyente, por una salida parcial que “se queda en la reparación de la casa, la reforma del tejado, la pintura de las paredes, sin que se cuestione la misma arquitectura de la casa ni, mucho menos, el modo de convivencia de quienes la habitan.”[8] El recurso del método constitucionalista liberal En la democracia moderna regida por el Estado de derecho, las normas jurídicas son el dispositivo fundamental para la integración social. Pero allí se juega una contradicción/paradoja entre el hecho, la facticidad de la ley, que opera en forma obligatoria por encima de la voluntad y aquiescencia del sujeto, y la legitimidad que debe obtener para ser aceptada “libremente” por ese sujeto.[9] El método liberal construye esta legitimidad en un proceso de vaciamiento del contenido material de la democracia y la libertad. La hegemonía del Estado liberal se funda en un tratamiento de la relación entre lo universal y lo particular que termina por vaciar el principio en el momento de su concreción: “Cada artículo de la Constitución contiene… su propia cámara alta y su propia cámara baja. En la frase general la libertad; en el comentario adicional la anulación de la libertad. Por tanto, mientras se respetase el nombre de la libertad y sólo se impidiese su aplicación real y efectiva –por la vía legal, se entiende- la existencia de la libertad permanecía íntegra, intacta, por mucho que se asesinase su existencia común y corriente.”[10] La brecha entre los principios abstractos (el lado “dogmático” de la norma) y las disposiciones concretas juega un doble papel: asegura la adhesión genérica del ciudadano, pero diluye el derecho concreto, hasta someterlo a la resolución del poder. De esta manera se opera una metamorfosis: el principio proclamado que debía ser el fundamento de la concreción (el lado “orgánico” de la norma) se ve reducido a un argumento de legitimación de la norma concreta. “El neoliberalismo rompió el puente entre la esfera pública y la privada… Ahora lo privado absorbe lo público… De un lado se privatizan instituciones como el Estado (rehén de sus acreedores privados) y los sindicatos, confinados a la negociación directa entre empleados y empleadores, desarticulándose las categorías profesionales y la solidaridad de clase. De otro lado lo privado sobrepasa e inunda -y vuelve inmundo- lo público, como en el Gran Hermano.”[11] Ahora ya no puede ser el cinismo directo del neoliberalismo. El nuevo discurso sobre el sujeto se desplaza desde la lucha de clases y la acción de los movimientos sociales, al campo de la sociedad civil, “es decir, una textura asociativa y una cultura política que queden suficientemente desconectadas de las estructuras de clase.”[12] El universal liberal que se asienta en la libertad del sujeto individual, ve como una amenaza cualquier forma de comunidad, de asociación: la decisión y la acción es del ciudadano. La libertad se construye El asunto es cómo romper esa trampa, cómo abrir perspectivas para la opción revolucionaria. La tarea clave es crear un espacio de libertad para decidir de cara al proyecto histórico. No hay libertad sin sujeto. El primer paso es defender el espacio de los sujetos colectivos, resistir la privatización de la decisión: ya ni siquiera el ciudadano, sino simplemente el telespectador ante la avalancha mediática. Recuperar la independencia del proyecto histórico, compartir el espacio de decisión, colectivizarlo y comunitarizarlo; y trasformarlo en acción. Una decisión en común, desde la esperanza y el amor: “para decidir y considerar/ sólo me hace falta que estés aquí/ con tus ojos claros.” Defender la utopía de “un modelo civilizatorio que permita, en fin, la adecuación de nuestra existencia a nuestra esencia. En palabras de Fernando Pessoa: "Ah, quién diera la perfecta concordancia /de mí conmigo. /El silencio ulterior sin la distancia /entre mí y lo que yo digo". Recuperar el derecho político a la libertad, ése es el desafío si anhelamos que, en el futuro, la violencia no se extrapole del ámbito privado al público. E imprimir al ejercicio colectivo de la libertad un sentido, una dirección, un horizonte capaz de superar la gran antinomia del actual modelo de democracia: en nombre de la libertad, la mayoría es excluida del derecho a la justicia.”[13] Aunque, por el alineamiento y la correlación de fuerzas, la defensa de la libertad, a menudo, se reduzca a un gesto para la posteridad: el “sin embargo se mueve” de Galileo Galilei ante la brutalidad de la inquisición.

[1] De la canción de Víctor Heredia
[2] Frei Betto, Privatización de la libertad, versión electrónica, Voltaire/Colombia Plural, julio de 2008
[3] ZIZEK Slavoj, Beauvois y la libertad leninista, Prólogo al libro Tratado de la servidumbre liberal: análisis de la sumisión, de Jean-Léon Beauvois, versión electrónica, www.rebelion.org, 10-07-2008
[4] FREI BETTO, Op. Cit.
[5] ZIZEK Slavoj, Op. Cit.
[6] ZIZEK se refiere a la “polémica contra la crítica de mencheviques y socialistas revolucionarios al poder bolchevique en 1922: «De hecho, los sermones que […] los mencheviques y los socialistas revolucionarios predican expresan su verdadera naturaleza: “La revolución ha ido demasiado lejos. Lo que vosotros decís ahora nosotros lo decimos desde siempre, permitidnos que lo repitamos”. Pero nosotros respondemos: “Permitidnos poneros delante de un pelotón de fusilamiento por decir eso. O bien evitáis expresar vuestros puntos de vista o, si insistís en expresar en público vuestras opiniones políticas en las actuales circunstancias, cuando nuestra posición es mucho más difícil de lo que era cuando los guardias blancos nos atacaban directamente, seréis los únicos culpables de que os tratemos como a los elementos peores y más perniciosos de la guardia blanca”» V.I. Lenin, Informe político al Comité Central de RCP, 27 de marzo de 1922.
[7] ZIZEK Slavoj, Op. Cit.
[8] FREI BETTO, Op. Cit.
[9] HABERMAS Jürgen, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Editorial Trotta, Madrid, España, 1998
[10] MARX Carlos, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Progreso, Moscú, s/f, p 21.
[11] FREI BETTO, Op. Cit.
[12] HABERMAS J., Op. Cit., p 243.
[13] FREI BETTO, Op. Cit.

viernes, 25 de julio de 2008

Ecuador: La Asamblea Constituyente en los extravios de Alianza Pais

Ecuador: La Asamblea Constituyente en los extravíos de Alianza País

Pablo Dávalos**

La Asamblea Constituyente ha terminado el proyecto de Constitución, y en el Ecuador ha empezado la campaña por el referéndum validatorio. El texto constitucional producido por esta Asamblea es contradictorio porque, de una parte, presenta una de las elaboraciones más profundas y avanzadas en materia de derechos y garantías, como la ciudadanía universal o los derechos a la naturaleza, e incluso incorpora uno de los conceptos más novedosos para el régimen de desarrollo, como aquel del sumak kawsay (buen vivir), y que, al parecer, está hecho para alejarse de manera radical de las prioridades del ajuste macrofiscal del FMI y del neoliberalismo; sin embargo, y al mismo tiempo, plantea una reforma política del Estado que exacerban el presidencialismo y, por esa vía, acota las posibilidades de la democracia. ¿Cómo comprender esas contradicciones? ¿Qué procesos sociales se están produciendo en Ecuador que provocan el surgimiento de posiciones de avanzada en materia de derechos y retrocesos en lo que hace referencia a la democracia? ¿Por qué se declara en el texto constitucional el carácter Plurinacional del Estado y, no obstante, no se lo aplica en el diseño del sistema político?

Para comprender de mejor manera el proceso político del cual es parte la Asamblea Constituyente ecuatoriana y al proyecto de Constitución que ha elaborado, es necesario situar ese proceso al interior de una trama de largo plazo y que hace referencia a la economía política del neoliberalismo en el Ecuador. En efecto, uno de los puntos centrales de la coyuntura ecuatoriana y que permite explicar tanto el fenómeno de la Asamblea Constituyente , cuanto al partido político de gobierno Alianza País, está en el desgaste y desmoronamiento del sistema político ecuatoriano, que colapsó y, por tanto, no pudo procesar las reformas neoliberales, por la gravedad y magnitud de la crisis provocada por la masiva quiebra bancaria de 1999.

Es necesario señalar que ante el sistema político ecuatoriano, las clases medias siempre fueron conniventes con él, mientras que los movimientos sociales lo acusaron de servir de instrumento de las reformas neoliberales y de ser el causante directo de la crisis. Ese disenso entre sectores distintos de la sociedad ecuatoriana, gracias a la crisis financiera y monetaria de 1999-2000, se transformará en un consenso sobre la necesidad de reconstituir al sistema político ecuatoriano sobre nuevas bases. Para las clases medias era fundamental moralizar al sistema político, mientras que para el movimiento indígena, era clave desmontarlo para volverlo armar sobre otros principios de la política, en la ocurrencia, la plurinacionalidad.

Se trata de una curiosa convergencia, porque las clases medias ecuatorianas habían apoyado y, de hecho, suscribían los ejes rectores del modelo neoliberal, porque este modelo se había convertido en su condición de posibilidad y de existencia; mientras que los movimientos sociales se habían movilizado durante la década de los ochenta y noventas, en contra de ese mismo modelo, al que consideraban el culpable de su pobreza y del deterioro de sus condiciones de vida, y responsable de la violencia social, la iniquidad, la desinstitucionalización del Estado y la concentración de poder político y económico.

Entre las clases medias y los movimientos sociales organizados, existía un sedimento de pobladores suburbanos, trabajadores no organizados y pertenecientes al sector informal, sectores proletarizados de las ciudades, campesinos, etc., que habían construido una relación estratégica y clientelar con el sistema político y que trataban de defenderse del modelo neoliberal a través de desesperadas maniobras de sobrevivencia. Ellos conforman, en general, el sustrato principal del clientelismo político y la materia prima de los partidos de la derecha política populista, en especial, del Partido de Renovación Institucional, PRIAN, del magnate del banano y dos veces finalista en la carrera presidencial, Álvaro Noboa, y del Partido Sociedad Patriótica, del ex Presidente Lucio Gutiérrez.

Esta dialéctica de consensos-disensos sobre el modelo neoliberal y el sistema político, se fractura a partir de la crisis de 1999-2000, cuando los más perjudicados son, aparentemente, las clases medias. La crisis financiera-monetaria de esos años, transfirió de manera directa los costos de esa crisis hacia los sectores medios de la sociedad. Las clases medias siempre habían mirado de lejos las políticas de ajuste que reducían el salario de los trabajadores, que privatizaban al Estado y que generaban un ambiente de recesión y pobreza, porque no los afectaban directamente. Pero en esta coyuntura de 1999, fueron las clases medias las que pagaron directamente de sus bolsillos los costos de la crisis financiera. Las clases medias, al perder sus ahorros por la crisis bancaria, fueron obligadas a asumir, por vez primera, un principio de realidad que les hizo comprender la corrupción y el carácter corporativo del sistema político ecuatoriano.

Es importante señalar que la crisis financiera-monetaria de 1999-2000 abrió el paso a varios procesos sociales importantes para el Ecuador. El primero de ellos fue la dolarización de la economía, no tanto como un cambio en el sistema monetario, sino como la búsqueda de reinstitucionalización del país por la vía monetaria, de ahí la importancia como estabilizador político que tiene la dolarización para las clases medias ecuatorianas; un segundo proceso está en la pérdida de confianza en las instituciones del sistema político, e incluso en instituciones afines al sistema político pero que no son parte de éste, como los medios de comunicación, esta pérdida de confianza generó un ambiente de anomia en el sentido de pérdida de sentido de las leyes y regulaciones existentes, de ahí la necesidad profunda de una reforma radical al sistema político expresada tanto desde las clases medias cuanto de los movimientos sociales; un tercer proceso hace referencia a la migración como uno de los fenómenos demográficos, sociales y económicos más importantes en la historia contemporánea del Ecuador.

Como transfondo de todos estos procesos estaba la crisis del modelo neoliberal que no había dado respuestas ni salidas viables a la crisis y cuya vigencia contribuía a agravarla. Esto se evidenció durante el gobierno de Lucio Gutiérrez (2002-2005), cuando éste tuvo que negociar con la misma clase política y bajo el mismo esquema del neoliberalismo, las condiciones políticas de su propia gobernabilidad. Gutiérrez no supo leer el momento político y eso le generó un vacío que a la postre determinó su salida del poder.

Sobre ese escenario se construyó la candidatura de Rafael Correa, del movimiento Alianza País: como una apuesta en contra del vigente sistema político y con el apoyo, por vez primera en la historia reciente del Ecuador, de tirios y troyanos. En las elecciones, Alianza País se muestra más a tono con el momento histórico, y esto le permite construir una amplia gama de acuerdos electorales que determinaron finalmente su paso a la segunda ronda electoral y, posteriormente, su triunfo.

Puede advertirse, entonces, la presencia de un tempo político, por llamar de alguna manera a este ritmo de las confrontaciones políticas, en el cual convergen las necesidades de reinstitucionalización política por parte de las clases medias, las propuestas de los movimientos sociales por salir definitivamente del modelo neoliberal, y aquellas de los sectores más golpeados por el neoliberalismo por una política social más activa que compense en algo el rigor neoliberal.

Se trataba, a no dudarlo, de un momento único en la historia del Ecuador, porque un consenso de varios actores y sectores sociales sobre una misma necesidad política de refundar al sistema político, es un acontecimiento relativamente raro. Alianza País, y Rafael Correa en especial, leen atentamente la coyuntura y generan un proceso que es correlativo con la necesidad y pedido de cambios radicales que plantean todos estos sectores, de ahí el enorme apoyo que recibió durante la consulta electoral para la convocatoria a la Asamblea Constituyente , y, posteriormente, cuando obtiene cerca del 80% de la votación que le da un amplio margen de acción y control sobre la Asamblea Constituyente.

Sin embargo, es aquí, en este instante de transición entre el gobierno de Rafael Correa y la elección y posesión efectiva de la nueva Asamblea Constituyente (diciembre de 2007), cuando empiezan a generarse los problemas para Alianza País. En efecto, un triunfo tan contundente (80 asambleistas del gobierno de un total de 130, más una docena de asambleístas que se declararon como sus aliados), pudo revelarse un regalo emponzoñado de los dioses. En esa coyuntura, había que tener una lucidez importante para entender hacia dónde iba el tempo político, porque el compás de la política, en el sentido de articular los consensos y controlar los disensos en función de un proyecto específico, se trasladó hacia la Asamblea Constituyente.

En ese lapso de tiempo, el gobierno de Alianza País debía comprender que el momento de la política ya no le pertenecía por entero, sino que se había trasladado a la Asamblea Constituyente. Se trataba, en definitiva, de un proceso relativamente esperado, por cuanto este nuevo espacio político condensaba todos los conflictos de la política. Allí, en la Asamblea Constituyente , se iban a determinar los contenidos de la nueva institucionalidad. Allí se iba a construir al nuevo sistema político ecuatoriano. Allí se iban a integrar al proyecto político del nuevo gobierno, sin cortapisas de ningún tipo, una serie de convergencias sociales.

Para que la Asamblea Constituyente pueda tener el espacio y la legitimidad necesarias para poder reconstruir al sistema político, requería de espacios políticos lo suficientemente amplios en los que puedan caber todas las expresiones, tanto de consenso cuanto de disenso sobre los objetivos del proyecto político del gobierno. En esa circunstancia, un gobierno más lúcido, habría tenido que ceder el espacio político a la Asamblea Constituyente , y se habría limitado a cuidarlo.

Era el momento ideal para empezar a desarmar la institucionalidad tejida desde el neoliberalismo, mientras la Asamblea Constituyente construía el debate social y político, integrando a todos los sectores sociales y abriendo el espacio para debates antes insospechados, como la plurinacionalidad del Estado, el derecho a la vida, el buen vivir, etc., en un solo proceso cuyo tablero de mando, en definitiva, estaba en Alianza País. Independientemente del resultado de esos debates, lo importante era que la Asamblea Constituyente se legitime por sí misma y absorba el tempo político de tal manera que desarticule las opciones políticas de la derecha, al tiempo que le permita construir consensos políticos con organizaciones sociales fuertes, como por ejemplo, el movimiento indígena, en una validación de su proyecto político pensada al largo plazo y con fuertes anclajes en las organizaciones sociales, y con el consenso de las clases medias.

Un escenario de esa magnitud habría concluido en una Asamblea con mucha legitimidad social, con una amplia red de alianzas con sectores sociales organizados, y con las expectativas cumplidas en cuanto a la reinstitucionalización del país. Para un escenario de este tipo, habría sido necesario que el gobierno ceda espacios políticos, para recuperarlos posteriormente en la campaña por el referéndum de validación del nuevo texto Constitucional y en las nuevas elecciones.

Empero de ello, fue justamente el escenario opuesto el que se produjo. El ejecutivo no cedió ni un milímetro de su espacio, y por el contrario, acotó de tal manera a la Asamblea Constituyente , que la debilitó seriamente. El ejecutivo se encargó de acotar las decisiones de la Asamblea , imponiéndole la agenda, los tiempos y las estrategias. Al hacerlo, el gobierno provocó distancias importantes entre la Asamblea Constituyente y la ciudadanía, porque debilitó el sentido político de los “plenos poderes” que la Asamblea había estatuido para sí misma. Estas distancias, finalmente, se revelarán graves para la Asamblea Constituyente , porque liquidarían su legitimidad política y la harían aparecer más como un dispositivo del régimen que como una opción política de cambios radicales. Se había perdido el tempo político de la Asamblea Constituyente , en virtud de una apreciación errada por parte del partido de gobierno, que creyó más conveniente ejercer un control político sobre la Asamblea , que permitir que ésta se legitime por sí misma.

El gobierno de Alianza País convirtió a la Asamblea Constituyente en un simulacro de su propia sombra, llegando al extremo de pedir la salida del Presidente de la Asamblea , por cuestiones de tipo administrativo, por parte de un “buró político” que demostró tener más poder que los mismos asambleistas del gobierno.

Ahora bien, una interferencia de esa magnitud cabría esperarse en el supuesto de que la Asamblea Constituyente necesitase de conducción política, porque el proyecto de largo plazo del régimen habría estado en peligro. Y, efectivamente, eso fue lo que ocurrió. Muchos asambleístas pertenecientes al partido del gobierno, creyeron en su agenda de izquierda y en su real compromiso en salir del modelo neoliberal y actuaron, o creyeron actuar, en consonancia con ello.

Pero el gobierno de Alianza País, hacía rato que había arriado sus banderas con respecto al neoliberalismo, al menos en el nuevo formato que el neoliberalismo está asumiendo en América Latina, y lo había convertido más en un espantapájaros que en un voluntad política cierta. El gobierno de Rafael Correa, hablaba en contra del neoliberalismo, pero al mismo tiempo empezaba a comprometerse de manera radical con el modelo neoliberal. Cumplía puntualmente con los pagos de la deuda externa. Privatizaba los campos petroleros. Privatizaba los territorios de las comunidades indígenas y campesinas en beneficio de las grandes empresas mineras. Perseguía a líderes sindicales de izquierda. Reprimía ferozmente en las comunidades que se oponían a las actividades mineras. Construyó un equipo de gobierno con técnicos de Banco Mundial y representantes de los viejos partidos políticos. Se comprometía con la privatización contenida en los proyectos IIRSA, etc.

Ciertos asambleístas de Alianza País, no podían comprender cómo el partido político que auspició su llegada a la Asamblea , había cambiado de manera tan rápida y tan radical el sentido de su brújula política. Es en virtud de ello, que se dieron los primeros conflictos entre el gobierno y los Asambleístas del propio partido de gobierno, en las áreas más sensibles y a las que apunta el nuevo derrotero del neoliberalismo, como la privatización de la biodiversidad, el modelo extractivista, el consentimiento previo, los derechos de la naturaleza, los transgénicos, los biocombustibles, los ejes multimodales, etc.

El ejecutivo de Alianza País empezaba a cuidar el contenido de la nueva Constitución porque no quería que entre en contradicción con su vocación extractivista y pos-neoliberal, al tiempo que quería que la nueva Constitución transfiera más poder a la figura del Presidente de la República , y cree una arquitectura institucional en la que el partido de gobierno pueda controlar todos los hilos del poder, en el supuesto de que las elecciones validatorias del nuevo texto Constitucional sean favorables al gobierno. Una tendencia al autoritarismo que ha sido prevaleciente en las últimas décadas en la política ecuatoriana.

De esta manera, se generó un escenario impensado: la Asamblea Constituyente tenía que luchar el espacio político, no contra la derecha, sino contra su propio partido de gobierno. Los Asambleístas que creyeron en el discurso de la izquierda, fueron rápidamente controlados y su gestión política fue minimizada o neutralizada. El Presidente Correa, los llegó incluso a denominar como “infiltrados”.

Por ello puede notarse una fractura importante en esta Constitución y es aquella que consta entre la declaración liberal de los derechos fundamentales de los ciudadanos, y las formas reales que asume el poder a partir de la construcción del sistema político (la denominada parte orgánica de la Constitución ).

El gobierno de Alianza País, daba muestras de suspicacia y talento político al abrir el espacio para que puedan caber todas las reivindicaciones posibles en el ámbito de los derechos, de ahí que este nuevo texto Constitucional sea realmente uno de los más avanzados en materia de derechos; pero al mismo tiempo, cerraba la real garantía y aplicación de estos derechos cuando proponía un sistema político diseñado a partir de la figura del presidencialismo más exacerbado que se pueda concebir. Al proceder de esa manera, Alianza País, daba cuenta que había aprendido bastante bien las lecciones del neoliberalismo, que nunca se hacía, ni se hace, mayor problema en la promulgación de los derechos, como pudo constatarse en la Constitución ecuatoriana de 1998, pero que sabe controlar, utilizar y dosificar el uso del poder, sobre todo cuando construye el sistema político, que en realidad es la verdadera baza del poder.

Para el partido de gobierno, las críticas a esta deriva autoritaria del nuevo texto Constitucional, no le hacen mayor mella, ni tampoco el hecho de que los movimientos sociales expresen reparos con respecto a esta situación, porque asume la hipótesis de que los comportamientos electorales están lejos de las lógicas y dinámicas organizativas. Este déficit de apoyos sociales y organizativos, Alianza País los piensa cubrir con mercadeo político y publicidad. Un ámbito en el que ha demostrado bastante experticia.

Empero de ello, surgen varias interrogantes: ¿se votará por un texto Constitucional, o por la popularidad del régimen? Si esto es así, ¿la nueva Constitución será más un artificio del poder que una opción de cambios reales?

Las señales que se reciben son preocupantes. La Asamblea y su proyecto de Constitución no entran al proceso electoral de validación con un amplio margen de aceptación y legitimidad. Existe un piso político para la derecha oligárquica que ha sido construido y cedido por el mismo gobierno, como un recurso heurístico que permite controlar las disidencias a su propio proyecto (“si gana el NO, regresaría la partidocracia”, es el argumento del régimen).La popularidad del gobierno es un albur y mantenerla genera más costos políticos que ventajas. Las clases medias están en franca diáspora de Alianza País. Las organizaciones y movimientos sociales están a contramarcha entre el proyecto de Constitución al que apoyan, y los gestos y derivas del gobierno, que rechazan. Los medios de comunicación, la mayoría controlados por la derecha, han empezado una campaña radical por el NO en el referéndum. En este escenario, cabe preguntarse: ¿qué margen de acción tiene Alianza País para regresar al proyecto original de lucha en contra del modelo neoliberal? ¿qué implicaciones tiene para la vigencia de ese modelo neoliberal la aprobación de la nueva Constitución ecuatoriana? ¿Qué rol político va a asumir el movimiento indígena cuando su propuesta de Estado Plurinacional se ha convertido más en una cuestión declarativa y sin trascendencia política?

Pablo Dávalos, economista ecuatoriano, catedrático universitario y responsables de ATTAC-Ecuador

miércoles, 23 de julio de 2008

PRIVATIZACIÓN DE LA LIBERTAD

PRIVATIZACIÓN DE LA LIBERTAD
por Frei Betto
Voltaire/Colombia Plural

Zygmunt Bauman pone el dedo en la llaga al denunciar el límite de la libertad en la modernidad capitalista: todo se puede (aunque la mayoría no pueda casi nada), excepto imaginar un mundo mejor que este en que vivimos. Cuando mucho, se queda en la reparación de la casa, la reforma del tejado, la pintura de las paredes, sin que se cuestione la misma arquitectura de la casa ni, mucho menos, el modo de convivencia de quienes la habitan.-------------------------------------------------------------------------------- Los más progresistas admiten incluso que, en la reforma, el cuarto de la empleada sea cambiado del exterior al interior de la casa. Hasta aquí el límite de la lógica capitalista. Fuera de eso, se suprime la libertad de quien se atreva a proponer que no haya cuarto de la empleada, ni empleada. Como máximo, personas contratadas por hora, sindicalizadas y con todos sus derechos garantizados por la ley. Incluso el acceso a la misma casa. Según Pierre Bourdieu, unos miran la sociedad con ojos cínicos y otros con ojos clínicos. Los primeros juzgan incuestionable el actual modelo de sociedad fundado en la apropiación privada de la riqueza y procuran obtener provecho de él, considerando justo lo que refuerce sus privilegios e injusto lo que los amenace. Los 'clínicos' miran un palmo por debajo del suelo en que pisamos y reconocen las intrincadas relaciones sociales que producen, en la superficie, tamaña desigualdad entre los seis mil quinientos millones de habitantes de esta nave espacial llamada Tierra. El neoliberalismo rompió el puente entre la esfera pública y la privada. Antes, una constelación de instituciones aseguraba la ampliación y defensa de los derechos sociales: asociaciones, sindicatos, partidos, etc. La privacidad, reducto sagrado, sólo era invadida en la medida en que se rompía el contrato social: abandono del hogar, homicidio, etc. Todo lo demás quedaba entre las cuatro paredes o, como mucho, caía en el "dominio público" sólo gracias a chismes interpersonales. Ahora lo privado absorbe lo público, gracias a la teoría thatcheriana de que la sociedad se reduce al individuo y a la familia. De un lado se privatizan instituciones como el Estado (rehén de sus acreedores privados) y los sindicatos, confinados a la negociación directa entre empleados y empleadores, desarticulándose las categorías profesionales y la solidaridad de clase. De otro lado lo privado sobrepasa e inunda -y vuelve inmundo- lo público, como en el Gran Hermano. Se rompen las cuatro paredes y se promueve la inversión de los factores: el "cínico" anula al "clínico", de modo que se deshistoriza el tiempo y se atomizan las relaciones sociales. Más importante que conocer las causas que impiden al Brasil crecer por encima del 2.3% al año (sólo supera a Haití en el continente americano), es saber si Mick Jagger conquistó una nueva novia en Rio de Janeiro o quién será el nuevo millonario de la casa del mironismo nacional. Se rasga el tejido de las relaciones sociales. Niños y jóvenes, que debieran enfrentarse en el juego educativo de la sociabilidad propiciado por grupos de amigos, clubes, equipos deportivos, etc., ahora se refugian horas y horas ante el monólogo televisivo o informático. En los espacios virtuales de comunicación cibernética, en que no se exponen a los límites exigidos por la convivencia grupal, aprenden a disimular. Proyectan de sí mismos una imagen idealizada, fantasiosa, como si la vida se diera, de hecho, en dos planos: aquel en que los pies pisan y aquel en que la cabeza "navega". El real y el virtual. La privatización de los bienes simbólicos ("se terminó la historia" pregonaba Fukuyama) oculta a las nuevas generaciones el sentido histórico de la existencia. "Consumo, luego existo", afirman los neocartesianos. De ese modo, el proyecto de vida se reduce a las ambiciones de consumo (hacerse rico), de belleza (eternamente joven) y de fama (aunque sólo sea durante cinco minutos, como dijo Andy Warhol). He ahí la libertad que nos ofrecen, la de escoger diferentes marcas del mismo producto en el estante del supermercado o en el escaparate de las tiendas. Nunca escoger un nuevo modelo de sociedad, en el que los privilegiados no necesiten refugiarse en centros comerciales para huir de la turba famélica que ataca el paisaje y las personas. Un modelo civilizatorio que permita, en fin, la adecuación de nuestra existencia a nuestra esencia. En palabras de Fernando Pessoa: "Ah, quién diera la perfecta concordancia /de mí conmigo. /El silencio ulterior sin la distancia /entre mí y lo que yo digo". Recuperar el derecho político a la libertad, ése es el desafío si anhelamos que, en el futuro, la violencia no se extrapole del ámbito privado al público. E imprimir al ejercicio colectivo de la libertad un sentido, una dirección, un horizonte capaz de superar la gran antinomia del actual modelo de democracia: en nombre de la libertad, la mayoría es excluida del derecho a la justicia.

viernes, 11 de julio de 2008

Qué es lo que esconde la operación Jaque

Natalia Sierra
SURgente
07-07-08

Una vez más la espectacularización y oportunismo mediático sobre los acontecimientos políticos vuelve a ser una arma poderosa de la derecha local subordinada a los intereses del imperio norteamericano.

Cómo no podía ser de otra manera, desde los cálculos políticos de Washington y Bogotá, la liberación de los rehenes de las FARC, hecho incuestionablemente humano y necesario, ha sido usado como trofeo político y militar del gobierno guerrerista de Álvaro Uribe. Hay que ser ingenuos para creer que la liberación de los rehenes no podía haberse dado meses antes como resultado del Canje Humanitario que venía siendo negociado por los gobiernos de Venezuela y Ecuador con el Secretariado de las FARC. Negociaciones y acuerdos que fueron estropeados y coartados con el bombardeo que el ejército colombiano hizo sobre territorio Ecuatoriano, donde murieron más de veinte personas entre las cuales se encontraba Raúl Reyes, principal vocero de la organización guerrillera para las negociaciones del Canje Humanitario. Quedó claro para la opinión pública internacional que dicho ataque a territorio ecuatoriano, no solo que atentaba contra la seguridad de nuestro país y de la región, sino que ponía en serias dificultades las negociaciones políticas con la guerrilla, las mismas que buscaban evitar la agudización del conflicto armado en Colombia.

El entorpecimiento de las negociaciones políticas que los gobiernos de Venezuela y Ecuador llevaban adelante con las FARC, para la liberación de los rehenes, beneficiaba únicamente la posición del gobierno de Uribe y su aliado norteamericano. En el caso de que dichas negociaciones no hubiesen sido afectadas por el bombardeo de Angostura, y se lograba, como es de suponer, el canje humanitario y la liberación de los rehenes, el resultado político era claro: a) se fortalecía y legitimaba la vía política como solución del conflicto colombiano, lo que dejaba precedentes para el futuro político de la región, b) la política soberana de Venezuela y Ecuador respecto de la injerencia norteamericana en la región se robustecía, lo que implica necesariamente una mayor autonomía de los países de Sur América en relación al poder imperialista, y c) las FARC se recuperaban políticamente. Como es de suponer esto no era conveniente para los intereses norteamericanos en América Latina, no puede fortalecerse una línea política que cuestione y menos aún que ponga en peligro los negocios de las transnacionales norteamericanas que aspiran ampliar su presencia en la cuenca del Amazonas.

Es curioso, hay dos hechos que debería ponernos a dudar de la buena voluntad del gobierno de Uribe: a) en menos de seis meses el gobierno Colombiano, en su “lucha por el rescate de los rehenes de la guerrilla”, lanza dos operativos militares absolutamente diferentes. Con la misma tecnología de guerra, con el mismo apoyo norteamericano e israelita en asuntos militares, con la misma decisión de “llevar la paz a Colombia”, el primer operativo deja más de veinte asesinados, pues ya es conocido que no hubo enfrentamiento de ningún tipo, solo una calculada masacre que buscaba eliminar al vocero político de las FARC, cuando perfectamente podía haber sido apresado, más aún si se encontraba en territorio ecuatoriano donde no hay actividad bélica. En el segundo operativo “todo es pulcro” ni un solo muerto, ni huellas de enfrentamiento, una operación militar quirúrgica, aséptica, solo comparable a aquellas operaciones militares de las películas holiwoodenses; b) Porqué con la experiencia y la capacidad militar que el Ejército Colombiano ha demostrado en los dos operativos, el uno de exterminio y el otro de rescate, tuvo que bombardear territorio ecuatoriano?, cuál era la ganancia política para el gobierno de Bush involucrar militarmente al Ecuador en el conflicto Colombiano?, además, porqué el operativo en territorio ecuatoriano es tan violento y sucio? y el que se hace en Colombia es tan limpio de sangre? Acaso hay vidas humanas que valen más que otras? Acaso, como dijo el presidente de Ecuador, hay trofeos de guerra que valen más vivos y otro que valen más muertos?

En términos humanos y éticos la liberación de los rehenes, tanto para ellos como para la humanidad toda, sea por la vía que fuese es y debe ser aplaudida por toda la sociedad. Sin embargo, a nivel político, la forma de dicha liberación es determinante para Colombia, así como para la geopolítica regional y principalmente para los países andinos.

La liberación de los rehenes a través de negociaciones políticas en las que participaban los gobiernos vecinos de la región dentro de un proceso de consolidación de la integración sudamericana, supone hacer a un lado la política intervencionista norteamericana en el sub-continente, lo que definitivamente abona a la soberanía económica y a la defensa de los bienes naturales de nuestra América Latina. Esto a su vez estaba relacionado con la creación de un organismo de seguridad Sudamericano, como fue propuesto por Brasil, que sea el encargado de mediar en los conflictos de la región y vigilar la seguridad de la misma, por fuera de los intereses político-económicos y militares de los norteamericanos. Otra cosa importante es el hecho de que la liberación de los rehenes por acuerdos políticos podía dar paso a la apertura de un proceso de diálogos nacionales en Colombia que busquen resolver concertadamente los problemas y conflictos estructurales que han conducido a la actual violencia política que vive el vecino país.

La liberación de los rehenes por vía militar significa necesariamente la legitimidad de la violencia bélica estatal como forma de manejar las contradicciones sociales, económicas y políticas. El espectáculo mediático que informó sobre el operativo “Jaque” parece tener un mensaje claro “El gobierno colombiano, solo con la ayuda de la inteligencia militar norteamericana e israelita, puede resolver sus conflictos internos de manera militar sin la concurrencia de los buenos oficios de ningún país latinoamericano y menos aún de aquellos gobiernos que han marcado distancia con Washington” preocupante mensaje para el futuro inmediato de la América Latina donde se avizora la invención yanqui-oligárquica de conflictos nacionales, como puede ser el caso de Santa Cruz en Bolivia, Zula en Venezuela, Guayaquil en Ecuador, futuros conflictos creados por los intereses del capital norteamericano y las oligarquías locales en los cuales pueda haber la intervención gringa para “resolverlos” y así tener el argumento para imponer la guerra imperialista y asegurar la extracción de riqueza natural y social de los latinoamericanos. O quizás se esté poniendo el antecedente militar para controlar futuros conflictos sociales que se pueden desatar como reacción a la crisis alimentaria que la actual forma de acumulación capitalista está provocando, vía especulación de alimentos y energía y producción de biocombustibles. La operación Jaque, curiosamente recompuso de alguna manera la imagen internacional del Gobierno de Uribe, desacreditada por los escándalos que lo vinculaban a los paramilitares, al narcotráfico en lo que se conoce como la para y narco-política. Como arte de magia tras la operación Jaque, el gobierno de Uribe intenta mostrar su gran capacidad militar y política para controlar el conflicto social y “pacificar” su país y por la vía militar.… Me recuerda mucho esto a todos los discurso de Bush dónde justifica la invasión a Afganistán y a Irak en nombre de la “sagrada libertad y la democracia”.

Sin que de ninguna manera se cuestione la necesaria y justa liberación de los rehenes queda mucho por aclarar las circunstancias en las que se dio la misma. Hay muchos detalles que no están del todo claros y que debería servir para sospechar de las intenciones y consecuencias políticas de este hecho y para dudar de las informaciones que dan los medios oficiales de comunicación de masas. Por ejemplo, hace menos de dos meses salió la información de que la vida de Ingrid Betancourt corría serios riesgos por su graves enfermedades y los terribles maltratos que recibía de los guerrilleros, de pronto vemos una Ingrid Betancourt bastante saludable y fuerte para la imagen que circuló por el mundo. De hecho nos llena de alegría que la ex candidata a la presidencia de Colombia no se encuentre en tan malas condiciones de salud como se dijo, pero algo no calza… un día antes de la liberación de rehenes llegó el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos… Justo entre los rehenes liberados se encuentran los tres norteamericanos miembros del DEA, por quien se dice su gobierno habría pagado entre 20 y 100 millones de dólares… Durante años, el gobierno colombiano no ha podido liberar a los rehenes de la FARC y de pronto misteriosamente se los libera sin ningún inconveniente haciendo “tonta” a las seguridades de la guerrilla…. Qué papel cumplieron los dos supuestos delegados del gobierno francés que se encontraban en Colombia para negociar la liberación de los rehenes con la guerrilla…Justo ahora el presidente Uribe quiere adelantar las elecciones presidenciales en Colombia para aprovechar los réditos políticos que consiguió con el operativo Jaque… Sería importante tener la versión de la FARC sobre la liberación de los rehenes, pues solo contamos con la versión de una de las partes en conflicto y eso impide hacer una lectura más amplia del hecho.

Hay que tomar en cuenta también que, si bien es cierto que la liberación de los rehenes es muy importante, ese hecho solo no soluciona el conflicto en Colombia. Hay mucho que hacer para que la violencia política en el vecino país termine, pues la presencia de la guerrilla responde a una larga historia de violencia política y económica en ese país que a su vez es causa de profundos problemas estructurales de desigualdad e injusticia social. Es necesario que la guerrilla colombiana entregue a todos los rehenes que aún están en su poder e intente nuevamente abrir caminos para un diálogo nacional e internacional con apoyo de la comunidad latinoamericana para iniciar negociaciones políticas con el Estado colombiano que vayan encaminadas a terminar con el conflicto armado, y abran el espacio para un proceso de democratización nacional. Sin embargo es vital que América Latina toda se comprometa, a través de sus gobiernos, a garantizar los procesos de negociación que respete la vida de los actores en conflicto y básicamente de aquellos que pueden ser asesinados como ya ocurrió con los dirigentes comunistas de la Unidad Patriótica que quisieron incorporarse a la vida política legal. Es importante que las FARC busquen apoyo en la comunidad internacional para dejar de ser el argumento de las intenciones militares e intervencionistas del Estado norteamericano en América Latina y para evitar que la política guerrerista extermine a todos los miembros de la guerrilla como ocurrió en el Perú de Fujimori, pues sería una experiencia y un precedente social y político nefasto para la historia de América Latina.

Por último, más allá de las oscuridades que rodean al operativo Jaque, más allá de a quien le beneficia políticamente y a quien le perjudica deberíamos luchar juntos para que sean liberados el resto de los rehenes de las FARC, que sean liberados los secuestrados en las cárceles colombianas, como aquellos que se encuentran en las cárceles de todos los países del mundo solo por querer y soñar un mundo con justicia, que sean liberados los secuestrados por la guerra terrorista norteamericana en Medio Oriente y en el resto del planeta, que sean liberados los palestinos de la agresión israelita, que sean liberados los secuestrados por el hambre y la pobreza, que sean liberados los secuestrados por la violencia del capital.

jueves, 10 de julio de 2008

Neoliberalismo y lumpenacumulación
René Báez (*)

Tomado de: La Insignia.

Ecuador, abril del 2005.

El baile de máscaras del bucaramato

El fundamentalismo moderno emplea distintos disfraces en busca de su legitimación social. Abdalá Bucaram, por ejemplo, durante su efímera administración (1996-1997), ensayó un diversionismo dual, como señuelo de su política neoliberal diseñada por el "mago" argentino Domingo Cavallo. De un lado, impulsó iniciativas entre cándidas, superficiales y moralistas (persecución y apresamiento de rockeros; limitación de horarios para el funcionamiento de bares y discotecas; intentos de prohibición de las corridas de toros, peleas de gallos y boxeo; propuesta de pena de muerte o castración a los violadores); y, de otro, protagonizó funambulescos episodios que denigraron al país incluso a nivel internacional.
Escenificaciones circenses, grotescas, surrealistas. "Para los chicos que les guste la música hispana, escoger este CD es algo menos que inspirador. Los niños de 5 años en promedio ciertamente incluirán en su repertorio la selección de "El loco que ama", cantada por Abdalá Bucaram" (The Guardian). "¿Cuánto vale un bigote? En el caso de Abdalá Bucaram, mucho. Bucaram tiene un bigote recortado que según su manera de ver, puede hacerle verse, o como Charlie Chaplin o como Hitler. Ahora ha dicho que se lo afeitará... (por) ciento veinte y cinco mil dólares para proyectos de caridad" (The Miami Herald). "… el presidente Abdalá Bucaram y la ecuatoriana Lorena Bobbit, mundialmente conocida por haber cercenado el pene a su esposo estadounidense, fueron padrinos de bautismo de una popular cantante... Lorena ha sido recibida (oficialmente) como una heroína" (El Nuevo Herald). "El presidente, apodado El Loco y conocido por inusuales actividades como cantante y bailarín de rock, voló un avión de combate K-fir. Después de esto Bucaram afirmó 'soy el Loco Cero-cero y voy a defenderlo'" (El Tiempo). "Un estilo bufonesco" (New York Times).
La pertinacia de esta política-burlesque generó las más disímiles reacciones. Desde el delirio espontáneo de sus "descamisados" y la sonrisa zalamera de sus aúlicos, hasta la indignación estética y moral más profunda recogida, sustentada y difundida por los medios. Abrumado por la depresión y la vergüenza, un periodista le repitió el consejo de Petronio a Nerón: "Incendia Roma pero no hagas versos".
Ya desde la perspectiva de la política-política, una de las explicaciones más perspicaces del estilo abdalacista la formuló Alejandro Moreano, en un artículo titulado "El kitch en el poder", donde podía leerse: "Por Carondelet han desfilado abogados, sociólogos, intelectuales, aristócratas y oligarcas, todos ellos apegados a las viejas imágenes del 'señor', el 'patricio', el 'estadista'. Y hete aquí que de pronto viene como una tromba... la (imagen) del 'nuevo rico'. Kitch más poder, una combinación temible. El mal gusto, formado por la cultura de masas, convertido en lujo, ostentación. La agresividad del nuevo poder sin las reglas del protocolo. La fanfarronería y el despilfarro del que gasta a manos llenas dinero, palabras y gestos. Desparpajo más sensiblería y un gran amor a la familia. Una combinación peligrosa: el kitch en el poder tiene algo de fascismo criollo" (Hoy, 11 de enero de 1997).
Un modelo económico lumpen
Las extravagancias que derrochara Abdalá-candidato -y ulteriormente como titular del Ejecutivo- en los más disímiles escenarios constituían ciertamente la exhibición de un estilo personal forjado en los bajos fondos porteños; aunque, esencialmente, expresaban la reedición de la estratagema del caballo de Troya, montada por la oligarquía "guacharnaca" (desclasada) para el asalto al poder del Estado.
La preponderancia de esa oligarquía de origen orillero se evidenció desde el principio de la gestión bucaramista, con la inclusión en el equipo económico de personajes como Roberto Isaías, "Robin" Adum (alter ego de "Batman" Bucaram), "Suso" y "Mickey" Salem, entre otros. Asimismo, la ratificación de Augusto de la Torre, tecnócrata del FMI en la gerencia del Banco Central, resultó sintomática de la sumisión del Partido Roldosista Ecuatoriano a la disciplina del Gran Capital externo y nativo.
Burguesía comercial y financiera, por un lado, fundamentalismo liberal, por otro, la ecuación perfecta para el abordaje de la institucionalidad del país. Adicionalmente, un pacto bajo cuerda con el Partido Social Cristiano y el ablandamiento de su líder León Febres Cordero, chantajeado con el nombramiento de la comisión Verdad y Justicia, encargada de esclarecer operativos de terrorismo de Estado que se habrían ejecutado en su administración presidencial (1984-88), abrieron un ancho cauce a la instrumentación de una estrategia antinacional y antipopular.
Desde la inicial conversión de las Aduanas en la "gallina de los huevos de oro" del clan Bucaram -acción que, en rigor, debe ser calificada como la primera "privatización" emprendida por ese régimen- un latrocinio sin tapujos se extenderá como mancha de aceite en el Ecuador, generando gran inquietud entre los medios informativos formales y radio bemba. Al latrocinio a granel se sumaron la extorsión, el nepotismo, el clientelismo, la demagogia social, la incompetencia y el autoritarismo. Todo lo cual lo cual terminó por deteriorar el cuadro económico, social, político, moral y psíquico de la nación.
Detrás del tinglado y las candilejas, Abdalá y sus agnados y cognados avanzaron en el atraco, la subasta y la ofensa al Ecuador entero.
"Se llevan el país en peso", denunció Santiago Roldós, sobrino del cleptómano presidente (Hoy, 11 de enero de 1997). "Olé, olé, olé, ladrón, ladrón, ladrón", coreaba una multitud frente a la sede del gobierno (Hoy, 23 de enero de 1997). El "hombre del maletín" forjando mayorías en el Congreso se convirtió en el símbolo del desgobierno y el cinismo. Vivíamos una suerte de democracia siciliana o democracia "nostra": la democracia del mercado negro.
En una crónica que hizo evocar el Chicago de los años 20, el periodista Simón Espinosa escribió: "Está a la orden del día la extorsión so pretexto de contribuciones al partido de Gobierno. La mafia impone sus métodos. Pagar y callar es lo que hace todo el mundo. La esclavitud es una elección libre. Esclavos del Ecuador, seguid enriqueciendo a quienes roban cada vez un poco más" (Hoy, 12 de diciembre de 1996).
Paralelamente a las "barridas" de burócratas, la familia presidencial y los multiplicados "compañeritos" copaban las posiciones más relevantes del aparato estatal. "Tengo 500 familiares y todos son políticos", explicó en alguna ocasión el mandatario. La demagogia social y un asistencialismo limosnero -canalizados a través de programas de sello narcisista: leche Abdalact, mochila Abdalá, plan de vivienda "un solo toque", teletones..., invariablemente sazonados con el correspondiente escándalo de corrupción- operaban como la cortina de humo de ese capitalismo patrimonialista y mafioso.
El espectro de la violencia
La violencia inherente a ese modelo económico -"acumulación por desposesión", diría Samir Amin- no demoraría en salir a la superficie. Violencia enfilada inicialmente contra los partidos y organizaciones opuestos al neoliberalismo, se extenderá rápidamente en contra de cualquier disidencia. Si las primeras víctimas fueron los sindicalistas públicos (acusados de "oligarcas"), los dirigentes de la CONAIE (estigmatizados como "delincuentes políticos') y el MPD ("partido callejero"), pronto el turno les llegó a los maestros de la UNE (los "pipones"), a los legisladores de oposición (tachados de "pendejos"), a los periodistas (los 'testaferros intelectuales") ... y hasta al aliado FRA, liderado por el presidente del Congreso, Fabián Alarcón Rivera, descrito como "Frente de Rateros Asociados".
La agresividad verbal de Carondelet no conocía diques y amenazaba avanzar en el terreno de la represión física. La propia vicepresidenta Rosalía Arteaga -la "guagua querida" de la campaña- llegó a ser intimidada con armas de fuego.
El discurso y la práctica de la política habían descendido al albañal y la cantina. "Vivimos debajo de las patas de los caballos", comentó el ex presidente Rodrigo Borja. La Agencia Latinoamericana de Información reportó la mala hora ecuatoriana en un informe titulado "Los 'hombres de Cro Magnon' en el poder", que contiene juicios como el siguiente: "Lo que algunos ven con sorpresa o desconcierto no es más que el auténtico resultado de una cosmovisión en la que se confunden, sin matices ni jerarquías, John Wayne con Simón Bolívar, los sheriffs con Jesucristo".
Esta especie de postmodernismo tercermundista la confirmó el propio Bucaram cuando equiparó la primera magistratura de la República con la presidencia del Barcelona (de la cual había desalojado a la oligarquía patricial).
Tanto fue el cántaro al agua que la paciencia se desbordó al despuntar 1997, cuando la política descendió a las calles, especialmente en Quito, en un proceso que culminó con el desalojo de Abdalá y sus gamberros.
La historia ecuatoriana parece repetirse en espiral. Lucio Gutiérrez…
(*) Profesor de las universidades Católica y Central. Miembro de la International Writers Association

miércoles, 9 de julio de 2008

El “Sumak Kawsay” (“Buen vivir”) y las cesuras del desarrollo

Por: Pablo Dávalos*


De todos los conceptos creados desde la positividad de la economía neoliberal, el concepto de crecimiento económico como base del desarrollo social es, de hecho, uno de los que más connotaciones simbólicas y políticas posee. Es un concepto hecho a la medida de las ilusiones y utopías del neoliberalismo y del capitalismo tardío. Con la misma fuerza que el creyente cree en la epifanía de la voluntad divina, el economista neoliberal, cree en las atribuciones y virtudes mágicas que tiene el crecimiento económico. Es una especie de doximancia en la que la sola enunciación del crecimiento económico se convertiría en taumaturgo de la realidad.
Esta noción del crecimiento económico recupera las necesidades políticas del neoliberalismo, y, para legitimarse, apela al concepto decimonónico e iluminista del “progreso”. En efecto, desde esta perspectiva el crecimiento económico sería otro símbolo de progreso y éste, por definición, no admite discusiones. De esta manera, el neoliberalismo pretende tejer una solución de continuidad histórica con el iluminismo y con las promesas emancipatorias de la modernidad. En la simbólica moderna, toda persona, o todo pueblo, al menos teóricamente, quiere progresar, quiere “salir adelante”; quiere “superarse”. Para el neoliberalismo, poner trabas al progreso es ser retardatario. Poner trabas al crecimiento es una aberración de los pueblos “atrasados” que, de forma imperativa, deben modernizarse. Oponerse al desarrollo, por tanto, es antihistórico. Estar en contra del crecimiento económico es síntoma y signo de oposición al cambio.
Pero el crecimiento económico, vale decir el desarrollo, por antonomasia es obra de los mercados y, a su vez, de las empresas privadas. La empresa privada (y en su forma más moderna: la corporación), gracias al discurso neoliberal del crecimiento económico se creen portadoras de una misión de trascendencia histórica: asegurar el cumplimiento de una de las promesas más caras de la modernidad capitalista: el progreso económico en condiciones de libertad individual.
En esta noción de crecimiento y desarrollo económico el discurso neoliberal crea un fetiche al cual rinde tributos, oraciones, y penitencias. El crecimiento económico, según la doctrina neoliberal, resolverá por sí solo los problemas de la pobreza, iniquidad, desempleo, falta de oportunidades, inversión, contaminación y degradación ecológica, etc.
El crecimiento económico se convierte en la parusía del capital. En el horizonte utópico hacia el cual necesariamente hay que llegar, a condición de que, obviamente, se dejen libres los mercados y que el Estado respete las reglas de juego del sector privado. En la teología del neoliberalismo, la parusía del crecimiento económico solo puede provenir de la mano invisible de los mercados. Gracias a esta noción de crecimiento económico, el neoliberalismo puede deconstruir aquellos modelos económicos y sociales que comprendían la intervención del Estado; y posicionar su proyecto político como un modelo de crecimiento por la vía de los mercados. El crecimiento económico, en las coordenadas teóricas y políticas del neoliberalismo, permite desarmar aquellas nociones de planificación social, de bienes públicos y solidaridades colectivas que formaron parte del debate político latinoamericano y mundial, antes de la “larga noche neoliberal”.
Ahora bien, la teoría del crecimiento económico por la vía de los mercados y como base del desarrollo, es una invención reciente. Su formulación como parte de las teorías del desarrollo y su reformulación como propuesta de mercados libres y competitivos como único espacio histórico posible del desarrollo económico, está relacionada con la contrarrevolución monetarista de Friedman y de la Escuela de Chicago, producida en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
En realidad, el crecimiento como dispositivo conceptual del desarrollo neoliberal, es un argumento vacío. En efecto, el crecimiento económico, strictu sensu, no existe. Lo que existe es la acumulación del capital, y el capital no es ni una cosa ni un conjunto de objetos, es una relación social mediada por la explotación y la reificación. La acumulación del capital implica, por definición, la ampliación de las fronteras de la explotación y de la enajenación humana. A más crecimiento, más acumulación de capital, y, por tanto, más explotación, más degradación, más enajenación.
El desarrollo basado en la noción neoliberal del crecimiento económico, es un discurso mentiroso y encubridor de las relaciones de poder que genera la acumulación del capital en su momento especulativo. El crecimiento económico como teleología (o como finalidad) social y fetichismo de la historia es un dispositivo simbólico y epistémico que tiene una función política: aquella de generar los consensos necesarios para posibilitar la acumulación del capital en su momento especulativo y neoliberal.
Tiene también una función histórica: aquella de cerrar los espacios de posibles humanos en las coordenadas de la economía y del mercado. El neoliberalismo es el fin de la historia moderna. No hay nada más allá del fin de la historia: las utopías desaparecen y las metanarraciones de la modernidad se fragmentan. En el mundo neoliberal se han cumplido con las promesas emancipatorias de libertad y progreso. Sin embargo, esa libertad y progreso son puestas en las perspectivas del mercado y la libre empresa, y el ser humano que mide a su condición humana en la reificación de las cosas, ya fue cuestionado por los filósofos marxistas de la Escuela de Frankfurt, además, el discurso del crecimiento económico ha sido objeto de un intenso cuestionamiento, desde Iván Illich, Arnold Naess, Herbert Marcuse, hasta Arturo Escobar y Serge Latouche, entre otros.De esas críticas y cuestionamientos al discurso neoliberal del crecimiento económico, y utilizando una figura de la retórica que implica ruptura, interrupción y fisuras, habría de recordar aquellas cesuras que esta noción ha producido y cuyas connotaciones históricas y sociales son ineludibles a la hora de repensar al desarrollo y sus alternativas, sobre todo en momentos de fin de la historia y de posmodernidad neoliberal.
La primera de esas cesuras es cuando el discurso del crecimiento económico fragmenta y rompe la relación del ser humano con la naturaleza. Desde el proyecto de Descartes del hombre como “amo y señor de la naturaleza”, hasta el informe de la Comisión Brundtland de 1986, pasando por la Cumbre de Río y las preocupaciones recientes sobre el calentamiento global, el desarrollo económico y el discurso del crecimiento, no han podido cerrar esa cesura. Todo lo contrario, ahora genera problemas que antes parecían inconcebibles.
La visión de los mercados como alternativa histórica para la relación hombre-naturaleza está ampliando esta cesura y presentándonos escenarios que antes nos habrían parecido impensables. Solo desde una visión de un extremo egoísmo con el presente, y absoluta enajenación con el futuro, puede pensarse que la producción de alimentos ahora sea para los autos y no para los seres humanos. Los biocombustibles ponen al discurso del crecimiento económico en la frontera final de la utilización de la naturaleza. ¿Qué viene después? ¿Quizá la privatización del aire? ¿La comercialización del clima, como lo pretende el proyecto HAARP?
Comprendemos, gracias a esa propuesta de privatización de la naturaleza, que el concepto de “desarrollo sustentable” de la Comisión Brundtland, nunca fue más que un simulacro, una expiación del capitalismo tardío en su hora neoliberal. Una coartada para los proyectos privatizadores del Banco Mundial. Sin embargo, el calentamiento global es una amenaza real. El capitalismo y su discurso del desarrollo, gracias a la cesura que se produjo cuando se instrumentalizó la naturaleza y se rompió la unidad del hombre con su entorno, están provocando una de las crisis más graves y profundas que pone en peligro a toda la existencia humana sobre la Tierra. En la perspectiva del mercado no hay posibilidades de frenar el cambio climático y el calentamiento global. Llegará un día en el que la humanidad tenga que optar entre la vigencia de los mercados capitalistas o su propia pervivencia. Llegará un día en el que los conocimientos y saberes ancestrales de los pueblos indígenas sean la única opción para salvar al planeta de la devastación provocada por el libre mercado.
Una segunda cesura del discurso del crecimiento económico y el desarrollo, es aquella relacionada con la ética. Ni el desarrollo, ni el crecimiento económico son éticos, y no pueden serlo, porque al incorporar variables éticas al crecimiento económico, éste corre el riesgo de entrar en serias contradicciones lógicas que pondrían en peligro la validez epistemológica de la economía en su conjunto.
El comportamiento maximizador del homo economicus está reñido con la ética, e impide la elección racional en mercados competitivos. Un consumidor ante una mercancía nunca piensa en los demás, sino en sí mismo. El momento en el que se atraviese en su elección individual cualquier preocupación ética por los demás, sus decisiones económicas se invalidan automáticamente. Para la teoría vigente del consumidor, que fundamenta a todo el edificio conceptual de la economía moderna, éstas no serían decisiones racionales.
Pensar de manera ética, por definición, es pensar en contra del mercado y del interés individual. Pensar éticamente no es racional, al menos en los contenidos que la economía entiende por “racional”. Ética y crecimiento económico son dimensiones contrapuestas. La cesura con respecto a la ética, ha producido una instrumentalización del conocimiento, del saber social y de la convivencia humana.
Una sociedad que se dedica a la industria de la guerra, puede exhibir envidiables parámetros e indicadores de desarrollo económico, pero esa sociedad puede revelarse como un peligro para las demás. Mientras más crezca en términos económicos esa sociedad, más riesgos existen para la paz del mundo.
Una lección que el capitalismo quiere olvidar con la experiencia del nazismo en Alemania y la reconstrucción económica por la vía de la industria bélica. El profesor Galbraith, con su fina ironía, decía que los nazis, luego de haber resuelto el problema del desempleo en Alemania, se dedicaron a resolverlo en el resto de Europa y el mundo.
Esa cesura entre la ética y el “crecimiento” hace que en la subjetividad del capitalismo, el fin justifique los medios y que al final la ética aparezca como recurso estratégico en la necesidad de legitimar al poder. No hay que olvidar que el índice de crecimiento de los mercados de Defensa (el índice Spade Defense) ha crecido una media del 15% entre los años 2001 y 2006, gracias a la “guerra en contra del terrorismo”, y que esta guerra ha provocado el aparecimiento de graves atentados a los derechos humanos fundamentales en todas partes del mundo.
¿Es posible, entonces, devolver la ética a la convivencia humana? La respuesta aparece condicionada a la existencia de los mercados como reguladores sociales e históricos. Los mercados no son espacios para la ética. Son espacios para el lucro individual y la acción estratégica. Rescatar la ética implica superar al mercado. Los mercados al instrumentalizar la ética ponen en riesgo la paz del mundo y las condiciones de una convivencia pacífica entre los pueblos.
Una tercera cesura del discurso del desarrollo y el crecimiento económico es con la historia y cultura propias de los pueblos. El desarrollo y el crecimiento económico vacían de contenidos a esas historias y culturas y los llenan con aquellos que se considera válidos desde la lógica de la rentabilidad, el corto-placismo, el egoísmo y el cálculo estratégico. Cuando el crecimiento económico se aproxima a sociedades o pueblos que no están contaminados de modernidad ni desarrollo económico, los fagocitan en función de las necesidades de la acumulación del capital, y colonizan aquello que Habermas denomina el “mundo de la vida”.
Para el crecimiento económico, las costumbres tradicionales de los pueblos y sus culturas son obstáculo que hay que superar eliminándolas por medio de estrategias de modernización. En las coordenadas del mercado, no pueden subsistir las diferencias culturales, a condición de que se conviertan en excelentes mecanismos de mercadeo. El desarrollo y el crecimiento económico no tienen idea de lo que significa el respeto cultural, y la convivencia en contextos de diversidad social y cultural. Los mercados no soportan la diversidad humana. La extraordinaria diversidad cultural de los pueblos del mundo es una amenaza que debe ser controlada. El mundo liso y llano de Burguer King, de Nike, de Mc Donalds, de Coca Cola, de Wal-Mart, etc., es la apuesta por colonizar esa diversidad cultural e integrarlas al capitalismo como otra dimensión del mundo corporativo.
Una cuarta cesura es, paradójicamente, con la misma economía. Aunque parezca inverosímil, el desarrollo económico más que provocar el crecimiento económico para toda la sociedad, en realidad lo que consigue es la administración política de la escasez. El discurso neoliberal del crecimiento económico es un discurso de la escasez. El mecanismo de los precios como taumaturgos de la realidad, es la expresión del control político a la escasez. De hecho, todo el discurso de la economía neoliberal está construido sobre las nociones de la escasez.
Los conceptos del neoliberalismo (entre ellos los conceptos de precios como costo marginal, el concepto de agente maximizador, de rendimientos decrecientes, de equilibrio general, de curvas de indiferencia, etc.) son conceptos que relevan de una analítica de la escasez. No se trata de la existencia o constatación de una situación de escasez, sino de su racionalización y operacionalización política por medio del poder, y la economía, de este modo, se convierte en otra forma de ejercer el poder. El desarrollo crea escasez. El desarrollo y el crecimiento económico crean pobreza. La pobreza es inherente al desarrollo y al crecimiento económico. Toda la estrategia de ajuste y reforma estructural del FMI y del Banco Mundial, y su terapia de shock, provocaron artificialmente la escasez, y provocaron y exacerbaron la pobreza como requisito ineludible para que puedan operar las leyes del mercado capitalista.
Pensar que el crecimiento económico puede resolver los problemas de la pobreza es ingenuo, primero porque se tiende a pensar a la pobreza en términos de economía (el dólar diario del Banco Mundial), cuando en realidad es un fenómeno político; y, segundo, porque se supone que la pobreza puede ser superada desde la misma economía (por ello Marx se resistía a hablar de pobreza, para él la pobreza era una manifestación social e histórica de la explotación, lo que había que resolver era la explotación humana emancipando al trabajo, y no como ahora lo pregona el poder con microfinanzas o microempresas), cuando debería superarse desde la política.
Ninguna sociedad, incluida aquellas que puedan autodenominarse como “desarrolladas” han resuelto los problemas de la pobreza, y menos aún de la explotación. El discurso de la economía neoliberal como analítica de la escasez sirve de cobertura y coartada para ocultar la distribución de la renta social. Si toda la sociedad participa en la producción del excedente social, lo lógico sería esperar que el discurso del desarrollo y el crecimiento económico resuelvan la distribución y participación de toda la sociedad de este excedente. Gracias al discurso neoliberal del crecimiento económico, el excedente social se privatiza y la escasez se convierte en el mejor argumento de control político que asegura la privatización de la riqueza social.
Una quinta cesura, y quizá de las más graves, es la colonización epistémica. Cuando se asume al discurso del desarrollo y del crecimiento económico, es imposible ver al mundo de otra manera. Quizá Wallerstein tenga demasiada razón cuando nos propone “impensar las ciencias sociales”. Para Wallerstein, el desarrollo es un “mito organizacional”. La colonización epistemológica provoca la indiferencia hacia aquellos saberes que no relevan de los marcos teóricos dados por la modernidad y por el desarrollo, y también provoca la destrucción de esos saberes, sobre todo cuando empiezan a convertirse en peligrosos. En una expresión fuerte y cargada de simbolismo y de razón, Boaventura de Souza Santos los llama “epistemicidios”.
La colonización epistemológica producida por el discurso del crecimiento económico ha neutralizado la capacidad que tendría la humanidad en repensar las alternativas al capitalismo. Quizá es más difícil desaprender que aprender. Para salir de esta colonización, quizá sea necesario un largo trabajo de olvido sobre todo aquello que aprendimos a propósito del desarrollo y del crecimiento. Superar esta cesura epistémica es una de las tareas más complejas del presente porque la razón siempre es autorreferencial, y la analítica del crecimiento económico ha hundido sus raíces en la episteme moderna incluida en sus propuestas emancipatorias.
Todos estos procesos no pueden mantenerse sin la utilización estratégica de la violencia. El libre mercado necesita de la violencia como la vida necesita del oxígeno. A más libre mercado más violencia. Todas las reformas neoliberales del crecimiento económico han sido impuestas y se mantienen desde la violencia. La violencia asume el formato de la política como una extensión de la guerra, y ésta como una condición hobbesiana de existencia. El desarrollo y el crecimiento económico fragmentan al hombre de su sociedad y lo inscriben en una relación marcada, precisamente, por la violencia. La libertad de los mercados implica cárceles, persecución, terrorismo de Estado, torturas, genocidios, impunidad. El crecimiento económico es violento por naturaleza. Generar violencia y administrarla políticamente, bajo una cobertura de democracia, ha sido uno de los desafíos más importantes del neoliberalismo. El concepto neoliberal que permitió la domesticación de la política, incluido el sometimiento de la democracia a las coordenadas del mercado, ha sido aquel del Estado social de derecho.
Es necesario cerrar estas cesuras. Está en juego la pervivencia del hombre sobre la Tierra. El discurso neoliberal del desarrollo basado en el crecimiento económico no puede tener una segunda oportunidad. Si se la damos quizá sea demasiado tarde para nuestro futuro. Su legado de destrucción ambiental, degradación humana, violencia social, colonización de las conciencias, terrorismo de Estado, genocidios, expulsión de pueblos enteros, guetización, entre otros aspectos, hacen imperativo (casi como los imperativos morales de Kant), que busquemos alternativas al desarrollo en su conjunto.
El Presidente boliviano Evo Morales, indígena de procedencia aymara, ha dicho que hay que pensar en superar al capitalismo como sistema social e histórico. Los indígenas del Ecuador, a inicios de los noventa, y en la línea de repensar las alternativas al capitalismo como sistema, produjeron uno de los conceptos políticos más complejos de la era presente: el Estado Plurinacional, que obliga a reconsiderar los contenidos que fundamentan al contrato social y a la sociedad en su conjunto. Los zapatistas mexicanos desafiaron a las tradicionales teorías del poder cuando expresaron su mandato político como: “mandar obedeciendo”.
Son los mismos indígenas de Bolivia, Ecuador, y Perú, los que ahora proponen un concepto nuevo para entender el relacionamiento del hombre con la naturaleza, con la historia, con la sociedad, con la democracia. Un concepto que propone cerrar las cesuras abiertas por el concepto neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico. Han propuesto el “sumak kawsay”, el “buen vivir”.
Es probable que la academia oficial, sobre todo aquella del norte, sonría condescendiente, en el caso de que logre visibilizar al concepto del buen vivir, y que lo considere como un hecho anecdótico de la política latinoamericana. Sin embargo, es al momento la única alternativa al discurso neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico, porque la noción del sumak kawsay es la posibilidad de vincular al hombre con la naturaleza desde una visión de respeto, porque es la oportunidad de devolverle la ética a la convivencia humana, porque es necesario un nuevo contrato social en el que puedan convivir la unidad en la diversidad, porque es la oportunidad de oponerse la violencia del sistema.
Sumak kawsay es la expresión de una forma ancestral de ser y estar en el mundo. El “buen vivir” expresa, refiere y concuerda con aquellas demandas de “décroissance” de Latouche, de “convivialidad” de Iván Ilich, de “ecología profunda” de Arnold Naes. El “buen vivir” también recoge las propuestas de descolonización de Aníbal Quijano, de Boaventura de Souza Santos, de Edgardo Lander, entre otros. El “buen vivir”, es otro de los aportes de los pueblos indígenas del Abya Yala, a los pueblos del mundo, y es parte de su largo camino en la lucha por la descolonización de la vida, de la historia, y del futuro.
Es probable que el Sumak Kawsay sea tan invisibilizado (o lo que es peor, convertido en estudio cultural o estudio de área), como lo fue (y es) el concepto del Estado Plurinacional. Mas, en la prosa del mundo, en su signatura de colores variados como el arcoiris, en su tejido con las hebras de la humana condición, esa palabra, esa noción del “buen vivir”, ha empezado su recorrido. En los debates sobre la nueva Constitución ecuatoriana, junto a los derechos de la naturaleza y el Estado Plurinacional, ahora se ha propuesto el Sumak Kawsay como nuevo deber-ser del Estado Plurinacional y la sociedad intercultural. Es la primera vez que una noción que expresa una práctica de convivencia ancestral respetuosa con la naturaleza, con las sociedades y con los seres humanos, cobra carta de naturalización en el debate político y se inscribe con fuerza en el horizonte de posibilidades humanas.
- *Pablo Dávalos es economista y profesor universitario ecuatoriano.
Fuente: ALAI, 6-5-08

miércoles, 2 de julio de 2008

Dudas en torno al contenido de la computadora del líder de las FARC
Por Daniel Denvir*
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Fotos supuestamente encontradas en las computadoras de Raúl Reyes, ellíder de las FARC asesinado en bombardeo y ataque por sorpresa delgobierno colombiano contra el campamento de las FARC en Ecuador,parecen haber sido tomadas en realidad por agentes del espionajecolombiano – o por policías o agentes de inteligencia aliados conellos. Las fotos fueron suministradas al diario El Tiempo de Bogotápor una fuente anónima de los servicios de inteligencia colombianos ellunes 3 de marzo, sólo dos días después del ataque contra elcampamento.Dudas verosímiles sobre la procedencia de las fotos son potencialmenteexplosivas, sugiriendo que parte de la evidencia que el gobiernocolombiano afirmó provenía de las computadoras laptop de las FARCvenían en realidad de otra fuente, y también porque apuntan a lapresencia del espionaje colombiano en Quito. En la secuela del ataque,el presidente ecuatoriano Rafael Correa inició una importantereestructuración de las fuerzas armadas del país después deafirmaciones sobre una importante penetración de la CIA y de otrosservicios de inteligencia extranjeros.Las fotos, descolgadas cerca de una semana después de ser cargadas,formaron brevemente parte de una amplia y sistemática campañamediática por parte del gobierno colombiano para vincular a losgobiernos ecuatoriano y venezolano con las FARC. La campaña ha sidoconducida a través de una combinación de denuncias públicas yfiltraciones anónimas a medios noticiosos en Colombia, EE.UU., yEspaña.Las fotos fueron tomadas dentro y fuera de la Casa de Cultura deQuito, un centro de artes y convenciones durante la conferenciainternacional de la Coordinadora Continental Bolivariana la semanaantes del ataque. La CCB es una pequeña organización de izquierdas quetiene secciones en toda Latinoamérica, y contactos con las FARC.Las fotos, que ahora parecen ser fotos de espionaje, supuestamentehalladas en la computadora de Reyes, fueron incluidas en una galeríade fotos en el sitio en la Red de El Tiempo. Cuando vi las fotos, miprimera pregunta fue "¿Por qué iban las FARC a tomar fotos espiando asus supuestos aliados?"Las personas fotografiadas incluyen a dos separatistas vascos: elintelectual vasco relacionado con Batasuna, Iñaki Gil de San Vicente yel representante de Askapena Walter Wendelin. (Batasuna es el brazopolítico del grupo nacionalista vasco armado ETA. Askapena es unaorganización de apoyo para prisioneros vascos.) También reprodujeronen las fotos a Carlos Casanueva, miembro del Comité Central delPartido Comunista de Chile; Lucía Morett, estudiante mexicana devisita quien fue herida en el ataque (otros cuatro estudiantesmexicanos fueron muertos); el diputado y secretario general delPartido Comunista de Venezuela, Oscar Figueroa; el miembro de laJuventud Comunista de Chile, Manuel Olate, quien junto con sucompatriota Valeska López, visitó el campamento de las FARC justoantes de que fuera bombardeado; un delegado italiano no identificado ala CCB; y por lo menos otras cinco personas no identificadas.Después de semanas de respuestas contradictorias e incompletas de ElTiempo, viajé de Quito a su oficina en Bogotá para formularpersonalmente algunas preguntas. Los periodistas de El Tiempoconfirmaron primero que las fotos provenían de las computadoras de lasFARC y no estaban seguros del motivo por el que fueron sacadas delsitio en la Red de El Tiempo. El redactor de justicia de El Tiempo,Jhon Torres, me dijo entonces que las fotos no provenían de lacomputadora y que se había publicado una retracción. (No pudeencontrar una retracción en ninguno de los archivos de marzo o abrilde El Tiempo. La ética periodística requiere que los medios noticiosospubliquen correcciones si emergen dudas en cuanto a la validez deevidencia utilizada para apoyar un artículo.)En una entrevista del martes pasado, Torres me dijo que las fotosfueron sacadas del sitio en la Red por dudas de que hubiesen sidorealmente encontradas en las computadoras de las FARC. Según Torres,sin embargo, la fuente en los servicios de inteligencia no ha cambiadosu afirmación de que las fotos provienen de las computadoras.Torres también afirmó que toda la gente mostrada en las fotos de laCCB también estaba en fotos encontradas en las computadoras de Reyes.No lo pude confirmar a través de un estudio de las fotos publicadas, yTorres no pudo suministrarme fotos que confirmaran esa declaración.Torres restó importancia a la noción de que el gobierno colombianohaya filtrado intencionalmente información falsa, teorizando que lainclusión de las fotos puede haber sido una "infección" accidental ycaracterizando a su fuente de inteligencia como un actor solitario,más que parte de una campaña mediática orquestada por el gobiernocolombiano.Torres también confirmó que El Tiempo no ha publicado ningunaretracción sobre las fotos – contradiciendo su declaración anterior –diciendo que simplemente las sacaron del sitio en la Red. Esto, apesar de que publicaron un artículo el 7 de marzo intitulado "Indiciosde ETA en el PC de Reyes," incluyendo la foto de los miembros deBatasuna Walter Wendelin e Iñak Gil en la conferencia de la CCB. Elartículo no menciona que las fotos hayan sido tomadas en laconferencia, y es posible que El Tiempo no haya conocido este hecho.Las fotos restantes sólo fueron colocadas como parte de la galería enla Red y no fueron utilizadas en la edición impresa del periódico.Torres reconoció que "tal vez podríamos haber hecho un mejor trabajopara aclarar nuestras opiniones sobre las fotos."Sigo informando sobre esta historia.


*Daniel Denvir es periodista independiente en Quito, Ecuador y editorde la publicación de próxima aparición: "Caterwaul Quarterly"(www.caterwaulquarterly.com). Denvir es beneficiario en 2008 de laBeca de Periodismo de Investigación Samuel Chavkin de NACLA.
Más información será publicada enel sitio en la Red de NACLA. http://nacla.org/node/4699