lunes, 6 de octubre de 2008

Memoria del "crack" financiero

Ecuador

Memoria del “crack” financiero

-Especial para la Agencia Latinoamericana de Información-

René Báez

International Writers Association


El segundo quinquenio de los 90 estuvo signado para la economía internacional por la denominada crisis asiática, inaugurada en l997 con el derrumbe del bath tailandés, a la cual siguieron las tormentas financieras en Rusia y Brasil, así como una agudización de la situación en la vecina Colombia.
No obstante su condición de eslabón perdido en la cadena del capitalismo mundial, el Ecuador resintió esas conmociones por la vía del deterioro de sus exportaciones primarias (petróleo, banano, camarón, flores) y de la contracción de los flujos de inversión fresca externa. La asfixia fiscal no se hizo esperar, agudizada por las protuberancias del servicio de la deuda y por los coletazos de la corriente de El Niño que, entre l997 y l998, arruinaron la agricultura y la infraestructura de la Costa.
Este orden de factores –desarreglos externos y fiscales- galvanizaron una situación recesiva que no tardaría en proyectarse al sector financiero, que hasta entonces había sido el principal beneficiario de un modelo económico especulativo exacerbado por las reformas liberales y aperturistas del gobierno de Sixto Durán y el “mago” Alberto Dahik. En esencia, tal modelo consistía en privilegiar al capital financiero sobre el capital productivo y en fomentar el ingreso de capitales externos cortoplacistas –golondrinas- garantizándoles altas tasas de interés.
Cuando Mahuad juró la presidencia con su recordado discurso cosmogónico (agosto de l998), el terreno de las finanzas estaba minado, tanto por las tendencias económicas descritas como por los recurrentes prácticas permisivas e inmorales de la mayoría de entidades bancarias. Apenas dos semanas después de la posesión del mandatario demócrata cristiano, el ministro de Finanzas, Fidel Jaramillo, anunció la liquidación del Banco de Préstamos. En noviembre del referido año y a pesar de un “jumbo” e ilegal préstamo de salvataje por 760 millones de dólares otorgado por el Banco Central, se derrumbó La Filantrópica (Grupo Isaías), supuestamente la institución financiera más poderosa del país.
El liberalismo esquizofrénico de Mahuad –Estado del Bienestar para los ricos, Estado mínimo para los pobres- terminó por desnudar y agudizar el descalabro económico-financiero que había incubado en el Ecuador el libreto del Consenso de Washington. Presionado por la vieja oligarquía, el gobierno mahuadista hizo aprobar por el Congreso, a fines del 98, la creación de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD), un instrumento de proteccionismo estatal a la bancocracia. Igualmente, respaldó un proyecto de ley, promovido por el diputado socialcristiano Jaime Nebot Saadi, que sustituyó el Impuesto a la Renta por el Impuesto a la Circulación de Capitales (ICC). La entrada en vigor de esta última legislación resultó en el detonante de la hecatombe financiera ecuatoriana, ya que para eludir el nuevo tributo los banqueros y financistas nativos y extranjeros intensificaron sus operativos de descapitalización del país. Similar efecto tuvo la desaprensiva decisión de disponer –siguiendo la recomendación del FMI- la flotación del tipo de cambio. Solamente entre enero y febrero de l999 se estima habrían fugado 2 mil millones de dólares, un equivalente a la mitad de las exportaciones anuales del Ecuador. Por su lado, el servicio de la deuda extenuaba el presupuesto estatal (a comienzos de ese año aproximadamente el 80 ciento de los ingresos ordinarios del Fisco se destinaban al pago de ese tributo imperial compartido con conocidos “buitres” criollos que hasta ahora permanecen intocados).
En este contexto, el colapso de la economía ecuatoriana se tornó inminente y llegó en marzo de l999.
La primera y simbólica víctima del “crack” fue la moneda nacional. Entre el l y el 5 de ese mes, la memorable Semana Negra, el sucre se desplomó desde una relación de 7 mil por dólar hasta los surrealistas niveles de l7 y l8 mil. A propósito de evitar nuevas “corridas” de depósitos y proteger a las entidades con problemas de liquidez –particularmente al Banco del Progreso (Grupo Aspiazu)-, Mahuad decretó un feriado bancario que se extendió entre el 8 y el l2 de marzo. La reapertura del sistema se decidió simultáneamente a un congelamiento de la gran masa de depósitos e inversiones del público, unos 4 mil millones de dólares. El “corralito” ecuatoriano perjudicó directa e inmediatamente a dos millones de personas, pese a lo cual la mayoría de entidades financieras terminaron desmoronándose. A la emblemática quiebra del Banco del Progreso, en abril del 99, siguieron el Banco Popular, Pacífico, La Previsora, Azuay, etc. La debacle bancaria se cerró con la estatización reaccionaria del 70 por ciento del sistema financiero y con la fuga a Miami de los principales actores y responsables.
El “crack” financiero de fines del siglo pasado, prefigurado por quiebras como la de la Cooperativa San Francisco, tuvo corolarios de inmensa trascendencia. Aparte de la “socialización de las pérdidas” en un monto que actualmente se estima en 8 mil millones de dólares, el derrumbe de bancos y financieras debilitó a las finanzas públicas al punto que, en septiembre del 99, Mahuad se vio forzado a declarar la moratoria de la deuda Brady (aproximadamente unos 6.000 millones de dólares) y abdicar de la soberanía monetaria mediante la inconstitucional dolarización dispuesta el 9 de enero del 2000, medida que nos convirtió en opaca estrella de Washington y Wall Street.
La espectacular decisión del ahora prófugo Mahuad derivó en vastas movilizaciones de inspiración nacionalista y popular, comandadas por la CONAIE, que lo desalojaron de Carondelet pocos días después mediante acciones bautizadas por los shamanes como la Revolución del Arco Iris.
Cuando una colosal crisis financiera incubada por el capitalismo estadounidense planea sobre el planeta entero, acaso convenga subrayar que, con la dolarización, el país quedó “enconsertado” a un tipo de cambio ultrafijo, un esquema monetario que el gobierno de Rafael Correa buscaría preservar fomentando no precisamente el Socialismo del Siglo XXI (y, en rigor, ningún tipo de socialismo), sino más bien el colonialismo del siglo XVI que implantara en estas tierras la Corona española. Pruebas al canto.
La privatización manu militari de PETROECUADOR y el festín de contratos petroleros; la apología oficial de la minería a cielo abierto; la teatral defensa de la biodiversidad del ITT; la entusiasta adhesión gubernamental a la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura de Sud América (Correa acaba de firmar con la “subimperialista” la construcción del eje multimodal Manta-Manaos); la incorporación a la recientemente refrendada Constitución montecristense de las autonomías y descentralizaciones de inspiración bancomundialista; la alineación de Quito con Bogotá y Lima, en el seno de la CAN, para viabilizar la negociación andina de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (distanciándose definitivamente del ALBA y abandonando a su suerte a la Bolivia de Evo Morales); la consagración de la “educación de mercado” como guía obligatoria para los centros superiores, mediante la inclusión del Proyecto Tunning en la referida Carta Política, y, en fin, la puesta en vigor con recursos y asesoría norteamericana del llamado Plan Libertador, un programa diseñado para espiar las actividades de los disidentes reales o potenciales de la globalización corporativa.
Esta constelación de acciones y orientaciones de la autodenominada Revolución Ciudadana constituyen, a nuestro juicio, pruebas contundentes de la actual vocación de la cúpula de Alianza País por un modelo económico/social/político regresivo y represivo.
¡Cuánto desearíamos estar equivocados!
(Oct.3/2008)

Ecuador: las fronteras del cambio

Ecuador: las fronteras del cambio

Quito, octubre de 2008
wnsaltosg@yahoo.es

Lo más difícil reside en distinguir entre lo que es simplemente la continuación de patrones cíclicos del viejo sistema y lo que es nuevo de verdad. Y esto se vuelve complicado por el hecho de que una de las características de nuestro actual sistema-mundo es su ideología de la novedad,… celebra cualquier vaivén del mundo real como algo “nuevo” y en consecuencia como algo “maravilloso” o “terrible”. Debemos conservar cierta sangre fría en nuestra evaluación.
Inmanuel Wallerstein[1]
Nueva Constitución y consulta
Los resultados de la consulta del 28 de septiembre sobre la nueva Constitución confirman que la energía social de cambio continúa vigente en el país; y trazan los alineamientos de las fuerzas.
Se presentan tres proyectos: el 64% de respaldo al SI ratifica al proyecto de Alianza País como el predominante; con dos complementos: una reducción del 18% respecto al respaldo a la convocatoria de la Constituyente en abril, y el surgimiento de una corriente del “sí crítico”, con búsquedas de independencia ante el Gobierno de Correa. El 28% del NO marca una parcial recuperación de la derecha, encabezada por el Alcalde Jaime Nebot en Guayaquil y por Lucio Gutiérrez en poblaciones periféricas, como en la provincia del Napo, y sustentada en la campaña de la Jerarquía de la Iglesia Católica y de los sectores fundamentalistas de las iglesias evangélicas.
El resultado más importante es el surgimiento de una corriente de izquierda y de los movimientos sociales que busca recuperar su proyecto histórico, y que se alineó en torno al voto nulo (7%) y al “sí crítico”, sobre todo desde algunos sectores del movimiento indígena.[2]
Con la consulta se cierra una fase basada en la crítica “negativa”, en la oposición a la derecha (pelucones, partidocracia), y se abre la expectativa de respuestas en positivo, de alternativas que muestren “soluciones” a los problemas vitales de la población y a las cuestiones estratégicas de la República.
El respaldo al régimen se fundamenta en dos líneas: un discurso, con marketing atosigante, de cambio asentado en acciones de “desenganche” de sectores vinculados al poder tradicional (la salida de la Base de Manta, el embargo de las propiedades de los Isaías, la expulsión de Odebrecht); y una política asistencialista masiva dirigida sobre todo a los sectores marginales. La pregunta para la nueva fase se centra en el carácter del “reenganche”, de las nuevas conexiones: la disyuntiva entre una salida popular o la vinculación a nuevos grupos de poder local y regional.
Tiempo de cambios
Los cambios sociales se construyen socialmente, con las angustias, las esperanzas y las luchas de la gente, pero para ello debe haber condiciones objetivas.
Vivimos un tiempo de cambios. Los signos de los tiempos muestran que el capitalismo global ha entrado en un período de crisis sistémica: “estamos ante un cambio de época”[3]
Sin embargo, el capitalismo no morirá de muerte natural. La visión, la voluntad, la decisión y la acción de los hombres y mujeres oprimidos y comprometidos con la liberación es la condición. “La crisis se puede ver como amenaza pero también como oportunidad de cambio profundo. Si bien una crisis económica no lleva necesariamente, por sí sola, a un proceso revolucionario, sí crea condiciones propicias para generar una conciencia revolucionaria y la acción para demandar un cambio drástico o estructural.”[4]
En nuestro país, desde inicios de los noventa se inicia un proceso ascendente de movilización social, y a mediados de los noventa entramos en un período de inestabilidad política que llega a niveles de crisis de hegemonía, afectando a los principios organizativos del Estado liberal y de la democracia representativa. El retorno de la cuestión indígena por la nueva presencia de los pueblos originarios en la década de los noventa, amplía las exigencias y posibilidades de cambio hasta el enfrentamiento a las herencias coloniales. Las luchas feministas y de género amplían el campo del cambio hasta la transformación del Estado y la sociedad asentadas en el dominio patriarcal.
Se abren las posibilidades de un proceso refundacional del Estado y la sociedad: la definición del sentido del cambio se convierte en el escenario de la lucha política. En esta perspectiva también confluyen los impactos de la crisis mundial y del reordenamiento del capitalismo global. Hay un consenso sobre el cambio, la cuestión es hacia dónde y con qué dirección.
El tiempo mundial
Dos procesos marcan el tiempo mundial contemporáneo: la confluencia de la crisis financiera, energética, bélica y alimentaria; y el reordenamiento del poder mundial.
En los últimos veinte años se ha sucedido la explosión de burbujas especulativas en la periferia. Ahora el hundimiento se ha producido en el centro y ha impactado a varios de los mayores grupos financieros mundiales: en junio del año pasado estalla la crisis hipotecaria en Estados Unidos, empieza a transformarse en crisis bancaria en agosto de 2007 y desemboca en un crac financiero en agosto y septiembre de 2008: Lehman Brothers, el cuarto banco de Estados Unidos se declara en quiebra; AIG, la mayor aseguradora financiera del mundo ha entrado en terapia intensiva; los bancos IndyMac y Washington Mutual entran en colapso. A pesar de las medidas de salvataje asumidas por los Estados – los bancos centrales están pasando de prestamistas de última instancia a acreedores de primera instancia –, la crisis se expande hacia Europa e incluso a Asia. Y la crisis financiera puede transformarse en crisis económica: en el tercer trimestre de este año, el índice Dow Jones acumuló una baja del 4,4%.
Una segunda característica del período actual es la convergencia “(d)el mayor globo financiero de la historia del capitalismo; … la crisis energética que está expresando el fin de la era del petróleo barato; … la declinación del Imperio (norteamericano) es no solo económica o institucional sino también militar, su complejo industrial-militar demuestra su incompetencia en el terreno concreto de la guerra, de manera directa en Irak y Afganistán e indirecta en la reciente invasión israelí al Líbano.”[5] Esta situación desemboca en la crisis alimentaria y los problemas del calentamiento global. Se trata de una crisis del capitalismo no sólo como sistema económico, sino también como visión civilizatoria y modo de vida.
Pero cuando el capitalismo entra en crisis no se queda a esperar que el tiempo pase. En medio de la crisis se opera un reordenamiento mundial. El primer factor es el debilitamiento económico-político del eje Norte-Sur y el estancamiento militar de Estados Unidos en Medio Oriente: a pesar el mito tecnológico-militar, la alianza USA-Gran Bretaña encuentra una fuerte resistencia tanto en Irak como en Afganistán; mientras se extiende el rechazo en otros países amenazados, especialmente Irán, y surgen fronteras de contención, como se observa en la respuesta de Rusia ante el conflicto con Georgia.
El segundo factor es el fortalecimiento de nuevos países – los BRICAS (Brasil, Rusia, India, China, África del Sur) – como nuevas potencias económicas, que, a su vez, buscan desarrollar su propia agenda político-económica; aunque no se alejan del sistema capitalista. El dominio unilateral de los años 90, bajo el poder norteamericano, ahora se desplaza a un funcionamiento multilateral.
El tercer factor es la emergencia de gobiernos con posiciones nacionalistas y de mayor independencia ante el dominio imperial. En particular, hay una modificación del mapa político de América Latina, como resultado de la resistencia de los movimientos sociales y de los pueblos del Continente.
El capitalismo, cuando agota una fase, se renueva y se desplaza a nuevas formas, sin abandonar su naturaleza básica, la acumulación de la riqueza, la explotación del trabajo y el dominio de los pueblos.
Cuando en torno a los años 70, se agotó el modelo fordista, asentado en la ampliación de las empresas productivas, saltó a su fase financiera, bajo la forma del neoliberalismo. Agotada esta etapa, ahora busca entrar en una nueva, con la retorno del Estado para el salvataje financiero y la privatización del gobierno, articulada a una nueva forma de capital estatal.
Los nuevos voceros del capital, Soros, Bill Gates, Stiglitz, recomiendan la renovación, la sociedad abierta, el capitalismo del siglo XXI: la transición de Bush a Obama o al menos a McCain.
El poder militar
El otro pivote del reordenamiento imperial es la reubicación del poder militar: “la mano invisible del mercado global nunca opera sin el puño invisible. Y el puño invisible que mantiene al mundo seguro para el florecimiento de las tecnologías del Silicon Valley se llama Ejército de Estados Unidos, Armada de Estados Unidos, Fuerza Aérea de Estados Unidos y Cuerpo de Marines de Estados Unidos (con la ayuda, incidentalmente, de instituciones globales como las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional.)”[6]
El empantanamiento militar en Medio Oriente y la crisis económica en el centro, habían abierto espacio a posiciones más autónomas en nuestro Continente: el fracaso del ALCA en el 2003 fue el punto de inflexión que ha llevado a una revisión de la estrategia imperialista.
Un paso clave es la reactivación de la IV Flota de la Armada, ordenada por el Departamento de Defensa en abril del 2008, inmediatamente después de los acontecimientos de Angostura. “Desactivada desde 1950, la IV Flota fue sacada de su letargo con el mandato específico de patrullar la región y monitorear los acontecimientos que se puedan producir en el vasto espacio conformado por América Latina y el Caribe. No sólo se trata de controlar el litoral marítimo en el Atlántico y el Pacífico sino que también -se deslizó con llamativa imprudencia- podría inclusive navegar por los caudalosos ríos interiores del continente con el propósito de perseguir narcotraficantes, atrapar terroristas y desarrollar acciones humanitarias que hubieran provocado la envidia de la madre Teresa de Calcuta. No hace falta ser demasiado perspicaz para caer en la cuenta que la penetración de la IV Flota por el Amazonas y su eventual estacionamiento en ese río le otorgaría un sólido respaldo militar a la pretensión norteamericana de convertir a esa región en un “patrimonio de la humanidad bajo supervisión de las Naciones Unidas.” Tampoco se requiere de demasiada imaginación para percatarse de lo que podría significar la navegación de la IV Flota por los grandes ríos sudamericanos (en soledad o con el auxilio de fuerzas locales aliadas al imperialismo) para maniatar y subyugar la que, en un trabajo reciente, Perry Anderson calificara como la región más rebelde y resistente al dominio neoliberal del planeta.”[7]
Con ello se completa el control establecido a través de la red de bases militares ubicadas en los puntos estratégicos del Continente, y de los planes Colombia y Puebla-Panamá. Pero hay una modificación clave: se trata ya no sólo de la guerra de posiciones, sino también de la constitución de fuerzas altamente móviles, dentro de la estrategia de guerra preventiva proclamada en la Doctrina de Seguridad Nacional de Bush.[8]
Sobre esta plataforma, el poder norteamericano busca un nuevo mapa político de la región: (i) conforma un eje alineado con Washington, encabezado por Uribe y Alan García; (ii) establece acuerdos con Brasil, que apunta a constituirse en poder ordenador regional; (iii) busca aislar al proceso bolivariano, encabezado por Chávez, y quebrar desde adentro, con estrategias separatistas, la experiencia boliviana; (iv) desarrolla políticas de neutralización y cooptación de las posibilidades de cambio en Ecuador, Uruguay y Argentina
La nueva fase en América Latina
En cada fase, se reordena no sólo el centro, sino también la periferia. En la fase fordista, en nuestros países florecieron los modelos cepalinos. En la etapa neoliberal, los gobernantes criollos aprendieron rápidamente las lecciones del FMI y del Banco Mundial y jugaron el papel de burguesías comisionistas (lobbystas) para participar en los beneficios de las privatizaciones de los recursos y las empresas públicas.
El caso extremo se presentó en Argentina, con el Gobierno de Menem: se privatizó todo, hasta las playas. Cumplida esta fase, los nuevos sectores empresariales buscaron cauces “democráticos” para desplazar a los antiguos sectores dominantes: el control del gobierno, bajo discurso de cambios y reformas, empieza a orientarse a la consolidación del poder de estos sectores emergentes.
La primera fase del neoliberalismo representa un proceso de reacumulación “originaria” de capitales en manos de nuevos sectores empresariales. Una historia marcada con sangre y corrupción: en los orígenes de los capitales encontramos la violencia y la expoliación.[9] En Argentina, Menem engendró a los Pescarmona y los Eurnekian. En México, Salinas de Gortari engendró a Carlos Slim, con la privatización de TELMEX. Después de posicionados en el poder, el olvido de los orígenes les convierte en los nuevos hombres honorables, de empresa.
Los signos de los tiempos actuales están en el paso de Menem a los Kirchner: los nuevos sectores empresariales bajo un discurso de nacionalización y reforma. El símbolo del nuevo tiempo es el poder de Carlos Slim, convertido en el hombre más rico del mundo, ahora en expansión global.
Las nuevas burguesías, durante su ascenso, se mueven en alianzas con actores sociales e impulsan programas de reformas parciales.
Para esta transferencia ya no opera el neoliberalismo bajo su primera versión en torno al Consenso de Washington; pues ya ha cumplido su función y se ha desacreditado. En el nuevo discurso oficial nadie quiere ser tildado de neoliberal: el FMI y el Banco Mundial encabezan las propuestas de revisión. Entramos en una fase superior: la privatización del Gobierno y de su gestión.
En este nuevo método operan tres ejes: el primero, la utilización de la cobertura estatal para la expansión de las empresas surgidas en la fase anterior de la privatización. El discurso anterior era antiestatal: el Estado era el problema. Ahora el discurso pasa por el equilibrio entre el Estado, el mercado y la sociedad; y la receta es la privatización bajo bandera estatal.
PETROBRAS se presenta como una empresa del Estado brasileño, pero su composición mayoritaria es privada (el 56%), con intervención de los nuevos capitales mundiales, y responde a la lógica de un Estado capitalista brasileño (32%): Soros acaba de comprar el 22% de las acciones de PETROBRAS. Y entonces la empresa puede jugar dos papeles. Hacia dentro mantiene una política nacionalista: Lula proclama que PETROBRAS es el Estado brasileño. Hacia fuera es el instrumento de expansión del capital brasileño, bajo la lógica de cualquier transnacional capitalista: el discurso de la integración latinoamericana apenas es una bandera que facilita la penetración para contener la competencia norteamericana.
La misma lógica encontramos en la política rusa con GAZPRON como punta de lanza. Asistimos a una nueva oleada de control estatal de los recursos energéticos: el 93% de las reservas de hidrocarburos están bajo control de las empresas estatales. El nacionalismo se define en su proyección. A partir de este nuevo poder, se proyecta una política expansionista, que entra en disputa con el poder del eje Norte-Sur, pero trabaja bajo la lógica del capitalismo.
El método está en las S.A. con sello estatal. ENARSA, que aparece como la sustitución de YPF, con bandera argentina es la cobertura de los capitales privados. "ENARSA no tiene experiencia alguna, pero en la panza de ENARSA, en ese caballo de Troya de ENARSA, están tres grupos argentinos: Eurnekian, Cartellone y Pescarmona."[10] “La constructora Cartellone está en manos de la familia argentina Cartellone. Corporación América está a cargo del argentino Eduardo Eurnekian e IMPSA, es de Enrique Pescarmona y de Francisco Valente.”[11]

Por los mercados de nuestra América desfilan nuevas siglas, pero con pocas variaciones en el método de los negocios. La petrolera IVANHOE, con bandera canadiense, es la antigua OXY camuflada

El círculo se cierra, con la creación de empresas de papel como contraparte del Estado receptor: En Ecuador, Hidropastaza S:A. negocia con Odebrecht S.A. la construcción de la Hidroeléctrica San Francisco, que suspende sus operaciones por defectos estructurales en su construcción, apenas un año después de entregada la obra. Ya no es el Estado el que contrata y, por tanto, puede ejercer el peso de su soberanía: es la relación en el libre mercado entre dos empresas privadas o “privatizadas”.[12]
El segundo eje del nuevo período es la reprimarización de las economías: nuevos modelos extractivos, la creciente importancia de los sectores agromineros y sus industrias satélite (finanzas, comercio, maquinaria agrícola, infraestructuras y construcción)”, reorientación del agro a la producción de biocombustibles. La burbuja de los conmodities se inscribe en esta dinámica, aunque estará sometida a los vaivenes de la crisis.
El tercer eje, es la modificación de las vinculaciones internacionales. Hay un relativo desenganche del dominio del eje Norte-Sur. Pero “desengancharse del proceso de globalización neoliberal todavía no explicita el proceso de reconexión. Aquí hay una gama de posibilidades por tomar en cuenta. En primer lugar, debemos diferenciar una reconexión con los intereses privados nacionales de un proceso de reconexión con los intereses populares.”[13] La clave está en el reenganche: la soberanía no es cambiar de amo.
“América Latina se está desvinculando cada vez más de la economía estadounidense en tres direcciones: primera, potenciando sus vínculos comerciales con Asia y la Unión Europea; la segunda, incrementando el comercio regional; y por último, profundizando su mercado nacional. Teniendo en cuenta el boom de los productos básicos, globalizarse significa obtener mayores beneficios, mejor acceso al mercado y menos limitaciones para la consecución de precios negociados más altos. Por consiguiente, la decadencia de la centralidad del mercado estadounidense y de su influencia política, significa que los exportadores latinoamericanos pueden evitar los acuerdos comerciales no equitativos con Estados Unidos, donde los contingentes, los aranceles y las subvenciones limitan el libre comercio Norte-Sur.”[14]
En la reconexión ha retomado fuerza el discurso de la integración latinoamericana, como un mecanismo para enfrentar el desenganche de la globalización neoliberal. Empero el proceso de complica, porque en el mapa económico mundial, al mismo tiempo que se produce el debilitamiento y crisis del eje Norte-Sur, empieza a surgir un nuevo eje Este-Oeste, articulado a los BRICAS, que actúa en una doble lógica: internamente recupera tesis de neodesarrollismo nacionalista, mientras hacia fuera reproduce las prácticas de expansión capitalista de las transnacionales. El debate se centra en las orientaciones de la integración.
Los intentos de una integración autónoma, en torno al ALBA aún son parciales y no logran marcar el proceso en su conjunto. Las ilusiones iniciales del Banco del Sur y Unasur, se han visto frenadas por una dinámica de subordinación de las relaciones a los intereses de las burguesías locales y a los acuerdos con los países centrales.
El eslabón ecuatoriano
El aporte más importante de las ciencias sociales en la comprensión de nuestra realidad es el establecimiento de una especie de “ley” que rige la historia en nuestro país:[15] la historia del Estado democrático-liberal está regida por la pugna-alianza burgués-oligárquica, que ha ido tomando diversas formas a lo largo del último siglo, desde el enfrentamiento-pacto entre la burguesía comercial agroexportadora, representada por el Partido Liberal, y la oligarquía terrateniente-clerical, representada por el Partido Conservador y la Iglesia Católica, en la revolución alfarista y su truncamiento; hasta el enfrentamiento-pacto entre la oligarquía financiera articulada al capital comercial agroexportador y al eje Norte-Sur de la globalización capitalista, representada por el Partido Social Cristiano, y la burguesía financiera articulada al capital empresarial y a nuevos sectores empresariales emergentes articulados al eje Este-Oeste, liderado por los BRICAS, representados por la diversas variantes de la socialdemocracia, en el período contemporáneo.
Las luchas sociales y el pensamiento crítico ampliaron esta “ley” con una variante:[16] en tiempos de crisis política, del enfrentamiento entre los dos polos, burgués-oligárquico, emerge una tercera fuerza, un polo contestatario, desde abajo y a través de formas de lucha insurreccionales, con capacidad de incidencia política y posibilidades de poder constituyente. Este tercer polo ha tomado diversas formas en los períodos de crisis: en la Revolución Juliana, emergió desde los mandos militares medios en alianza con sectores tecnocráticos. En la Gloriosa del 44, emerge una fuerza insurreccional ligada a los trabajadores, los campesinos y los estudiantes, representada por los partidos de izquierda, Comunista y Socialista.
En el período contemporáneo emerge un bloque social, liderado por el movimiento indígena. La acción de esta fuerza social autónoma impide que se cierre el pacto burgués-oligárquico, como en otras oportunidades, profundiza la crisis política y abre campo para un período constituyente. Empero este bloque social no logra traspasar la frontera de fuerza de oposición y crítica, para convertirse en poder constituyente. El intento de la rebelión del 21 de enero del 2000 es derrotado, sobre todo por la carencia de un partido político de dirección y por la división política del bloque social-indígena.
En ese espacio abierto por las luchas sociales, los sectores medios urbanos de la Sierra generan mecanismos de movilización sobre todo en la caída de Gutiérrez: la “rebelión de los forajidos” implica un desplazamiento desde la centralidad de los movimientos sociales alternativos (movimiento indígena y trabajadores) a la participación de sectores “ciudadanos”.
Se presentaron las condiciones objetivas, pero no había un sujeto que condense las luchas sociales. Este vacío es copado por Rafael Correa que se ubica entre el imaginario de cambio forjado por las luchas sociales y la emergencia de nuevos sectores empresariales locales, en pugna con el viejo eje oligárquico, y articulados al nuevo eje Este-Oeste, China-Brasil.
No es suficiente señalar que “el gobierno de Correa se debe a un doble origen: por un lado, las luchas emprendidas por el movimiento popular, por otro lado, la recuperación política limitada expresada en la mentalidad de las capas medias”,[17] dejando a un lado el marco general de la lucha de clases. Un momento clave para la emergencia electoral de Correa es el compromiso con el grupo Nobis, un momento clave del proyecto regional de Correa está en el alineamiento temprano en el primer viaje realizado por el candidato electo a Brasil, para un acuerdo con el Gobierno de Lula, en diciembre del 2006.[18]

El teatro político no se reduce a la contradicción pueblo-oligarquía. En un campo complejo, intervienen tres proyectos: el proyecto oligárquico-imperialista (eje Norte-Sur); un proyecto “socialdemócrata”, encabezado por la burguesía emergente articulada al eje Este-Oeste, en alianza con sectores tecnocráticos vinculados a una red de ONGs y de organismos multilaterales, y que cuenta con el respaldo de sectores sociales y ciudadanos y con el reciclaje de diversos sectores y personajes de los partidos políticos tradicionales; y el proyecto histórico de la izquierda revolucionaria y los movimientos sociales. La correlación de fuerzas opera bajo el predominio del bloque socialdemócrata; la derecha está debilitada políticamente, aunque no ha visto afectadas las bases de su poder económico y cuenta con algunas bases políticas locales, sobre todo en Guayaquil; la izquierda y los movimientos sociales atraviesan un período de debilitamiento y crisis que viene desde fines del 2001.
“La tentación de abordar lo político a demasiado corto plazo nos conduce a todos a errores constantes… Lo que necesitamos son explicaciones de la actualidad vistas desde la larga duración.”[19] La memoria puede permitirnos encontrar las claves de los errores históricos y la posibilidad de abrir caminos alternativos.
En un amplio espacio de los movimientos sociales y la izquierda crítica hay una coincidencia sobre la caracterización del régimen de Correa, como una variante del capitalismo. Mario Unda señala: “El proyecto del gobierno de Correa es una reforma del capitalismo que tendría como sujeto central al Estado. Propone, en este plano, recuperar un papel orientador para el Estado, normar el funcionamiento del capital y renegociar con los capitales transnacionales. Recuperar el papel del Estado como “rector de la economía” y propulsor de un modelo “desarrollista”, extractivista”.[20] La cuestión es que precisamente allí está el reordenamiento del capital mundial.

La discrepancia está en la estrategia resultante. En el marco de una corriente que plantea la necesidad de recuperar la independencia del proyecto histórico de los movimientos sociales y de la izquierda, se presentó una gama de posiciones en el voto ante la consulta, desde el sí crítico y la desobediencia de la abstención, hasta el nulo rebelde. Allí se expresan, de un lado, la posibilidad de reconstruir la unidad de los movimientos sociales y la izquierda, pero también, la dispersión y las dificultades de esa unidad.

El peligro es repetir la historia de oportunidades anteriores: la cooptación por el lado del “mal menor”. En la Gloriosa del 44, después del triunfo de la insurrección armada, encabezada por los trabajadores y la izquierda, el desenlace fue llamar a Velasco Ibarra, en nombre de la correlación de fuerzas desfavorable y la falta de condiciones, mientras los mejores cuadros del Partido Comunista y del Partido Socialista se dedicaban a aprobar la Constitución más avanzada de América Latina, que duró apenas un año por el contragolpe encabezado por el líder convocado. En los años 70 y 80, el ascenso de las luchas sociales, encabezadas por las Centrales Sindicales, el FUT y los partidos de izquierda, terminó en el respaldo al “bloque progresista” dentro del Parlamento.

El aporte más importante del bloque social liderado por el movimiento indígena en los años 90, fue rebasar la estrategia del “mal menor” y plantear una estrategia de acumulación independiente de fuerzas en un proceso prolongado.

Las luchas sociales marcan el camino. En la década del 90 el ascenso de los proyectos rupturistas se basó en dos procesos: la emergencia de los pueblos indios en torno a la lucha por la tierra y por la identidad; y la lucha de los trabajadores en defensa del patrimonio nacional, sobre todo petrolero. Ahora el esfuerzo, para enfrentar la cooptación, es reconocer los puntos de ruptura estratégica, tanto desde la dinámica de la lucha local, como desde la dinámica del capital global. No partimos de cero, hay un largo proceso acumulado.

Las luchas sociales que logran enfrentar al doble juego de los polos dominantes se localizan en la defensa de los recursos naturales: biodiversidad, agua y recursos energéticos, especialmente petróleo. El símbolo está en la resistencia a la privatización del Río Napo y a la entrega del ITT en el Parque Yasuní.
Una vieja y olvidada ley leninista
La memoria debe ir más allá, dirigirse a la historia de las revoluciones, que es el campo donde podemos aprender a ver errores y límites, pero también esperanzas y alternativas.
Engels, en una carta de a Bebel, señala que, en una crisis revolucionaria, el capital tiende a refugiarse en las posiciones de la “democracia pura”, que se presentan con un lenguaje radical sintonizado con el estado de conciencia de las masas, pero detienen el proceso en el límite del sistema.[21] Lenin convierte a esta constatación en la principal ley de los tiempos revolucionarios: el poder del capital en crisis se alinea tras de las posiciones verbalmente más radicales, las refuerza, para recoger el sentimiento de las mayorías, detener el proceso de cambios profundos y, una vez pasada la crisis, desplazarlas y volver a asumir el poder directamente.
En esa situación, las condiciones de lucha para las fuerzas revolucionarias se complican: “no es de esperar que, en el momento de la crisis, nosotros tengamos ya detrás a la mayoría de los electores, es decir, de la nación.”[22] Las fuerzas revolucionarias tienen que aprender a trabajar “en minoría”, para retomar el proyecto histórico; pero también tienen que aprender a acompañar a las masas en su aprendizaje: la tarea es saltar en el tiempo más corto la “etapa de la democracia pura”.[23]
El sistema produce dilemas que se agotan dentro de las reglas de juego, sin posibilidad de elección. La dinámica del juego político es crear un espacio cerrado. La libertad hay que construirla.
El Gobierno de Rafael Correa y la nueva Constitución
Rafael Correa condensa la energía social de cambio producida por las luchas sociales de las dos últimas décadas, ante la incapacidad de la izquierda y de los movimientos sociales de traspasar la barrera de organizaciones de oposición y crítica, para convertirse en referentes de poder constituyente.
Empero, no hay propuesta sin sujeto; o más bien el sujeto (bloque histórico) contiene las fronteras y los alcances de la propuesta. El proyecto de Alianza País, expresado en la Constitución de Montecristi, recoge “muchas demandas de las luchas sociales… en clave capitalista;”[24] pero eso no significa sólo que las recoge “en forma limitada”, como señala Mario Unda, sino que las metamorfosea y las articula a un proyecto diferente, extraño; un proyecto que implica cambios formales y parciales, pero continuidades estructurales en la reproducción ampliada del capital. Recoge las demandas en el movimiento de “desenganche” del poder imperial del eje Norte-Sur, en el momento de la “crítica negativa” – el acuerdo en la oposición – pero las orienta hacia un “reenganche” con un nuevo eje de reproducción ampliada del capital en torno al eje Manta-Manaos, China-Brasil-Argentina. Recoge las demandas en el combate a la oligarquía (“los pelucones” y la “partidocracia”), pero las orienta a la constitución y fortalecimiento de una nueva burguesía comisionista, en donde se presentan nuevos grupos empresariales o se reciclan los antiguos.
Este doble carácter se refleja en la Constitución de Montecristi, cuya característica principal es la ambigüedad e indefinición, sobre todo en los puntos de enunciación estratégica.
La nueva Constitución tiene la fortaleza y los límites de una visión liberal reformada con componentes sociales y ambientales. Amplía los derechos individuales y colectivos, siguiendo el camino trazado por anteriores Constituciones. Introduce los derechos de la naturaleza y fortalece, en particular, los derechos de los sectores de atención prioritaria: adultos mayores, jóvenes, enfermos, etc. Empero, no logra rebasar el límite liberal sobre todo en tres ámbitos: el derecho laboral se privatiza, retrocede al campo del derecho privado económico; el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no se proyecta al reconocimiento del carácter vinculante de las consultas previas en el manejo de los territorios por las comunidades indígenas y campesinas; a pesar del reconocimiento del Estado como laico, no se “atreve” a reconocer la educación como laica.
Se deja puertas para pasar del viejo modelo neoliberal a una nueva forma de integración al capital, aunque bajo la declaración de “economía solidaria”. El eje del nuevo modelo económico es la empresa mixta que, al correlacionarla con la práctica del régimen, se presenta como la nueva forma de privatización del gobierno mediante la creación de sociedades anónimas, encargadas de las relaciones con las empresas privadas, al margen del ejercicio del poder soberano del Estado.
La reforma política se asienta en tres pilares: el fortalecimiento del presidencialismo; la introducción de mecanismos de participación ciudadana bajo control institucional, en torno a la visión los organismos multilaterales, sobre todo el nuevo discurso “ciudadano” del Banco Mundial, con propuestas como la silla vacía, las veedurías y la constitución de una función de transparencia y control social; y la apertura de un amplio espacio para las autonomías provinciales y regionales.
Esta transformación se presenta también en el campo militar: como señala René Báez, la diplomacia ecuatoriana no fue capaz de romper el juego trazado por la estrategia guerrerista de Uribe en el conflicto con las FARC. Y a nivel interno, “esta tónica de la diplomacia del régimen de Alianza País acaba de alumbrar un acontecimiento de temibles consecuencias. Nos referimos a la aprobación y puesta en marcha por Correa y su ministro del Interior, Fernando Bustamante, del sarcásticamente denominado Proyecto Libertador, un programa de espionaje telefónico y electrónico montado con financiamiento y asesoría estadounidenses y que, a pretexto de espiar a los narcotraficantes, estaría convirtiendo al Ecuador en un auténtico Estado policial. La justificación oficial para consumar ese atentado a la soberanía nacional y a la privacidad de los ciudadanos no podía ser más peregrina y deleznable. Según voceros oficiales, tal proyecto no debiera preocupar a nadie, ya que dispositivos idénticos se encuentran en plena operatividad en la Colombia de uribista y en el Perú de Alan García. Únicamente les ha faltado decir que corresponden a extensiones a estas latitudes de la Patriot Act impuesta por el guerrerista Bush Jr. después del memorable 11-S.”[25]
La disyuntiva para el proyecto PAIS es quedarse como el partido de la “democracia pura”, como el partido de los nuevos sectores emergentes de la burguesía articulada a los poderes emergentes mundiales, o recuperar el proyecto histórico de los cambios profundos.
Perspectivas
El escenario político-económico está marcado por la disputa intermonopólica en la conducción del país; el polo de izquierda y de los movimientos sociales aún está debilitado.
Concluida la consulta, en el escenario político del Ecuador, se abre una nueva fase: la consolidación del poder político del Gobierno, mediante la aplicación del “régimen de transición” aprobado conjuntamente con la Constitución, la proyección a un nuevo período electoral, y la acción en torno a las demandas sociales y a los temas estratégicos.
El escenario económico para el período presenta riesgos por tres lados: (i) los impactos de la crisis mundial, por el lado de la crisis financiero-económica y del debilitamiento del dólar, de la crisis energética que se expresa en los ciclos de los precios internacionales del petróleo, y por los problemas de la migración y las remesas; (ii) el entrampamiento de la economía nacional que no ha logrado impulsar procesos de reactivación productiva y más bien se orienta a un nuevo período extractivo y de reprimarización de la economía, así como al uso clientelar y asistencialista de los excedentes petroleros de la fase actual; (iii) el desfase entre la presión de las ofertas del Gobierno y los compromisos de la nueva Constitución frente a la capacidad de financiamiento.
Puede presentarse la paradoja de un crecimiento cuantitativo del PIB, según ha anunciado el régimen, como resultado de enclaves de inversión externa (Proyecto ITT, eje multimodal Manta-Manaos, gran minería, Refinería del Pacífico); sin el correspondiente desarrollo nacional y social; lo que puede proyectarse hacia una crisis económica-social en un período próximo.
Ante la complejidad de las crisis, no hay soluciones locales. Las salidas alternativas se definen en el carácter del “reenganche” de los países y la región; podrían provenir desde el relanzamiento de una vigorosa unidad latinoamericana en torno a un proyecto de independencia tanto ante el eje Norte-Sur en crisis, como ante la lógica capitalista transnacional de las potencias emergentes (eje Este-Oeste). Esta perspectiva requiere la recuperación de la movilización social y la construcción de la unidad de la izquierda, de los movimientos sociales y de los hombres y mujeres patriotas, en torno a los ejes programáticos de cambios revolucionarios.

[1] WALLERSTEIN Inmanuel, Un mundo incierto, Libros del Zorzal, Buenos Aires, Argentina, 2002, p 86.
[2] Mónica Chuji, en su separación del Movimiento País, denuncia la “derechización del gobierno” y plantea la necesidad de recuperar el proyecto de los movimientos sociales y del movimiento indígena.
[3] DIERCKXSENS Wim, La crisis mundial del siglo XXI: oportunidad de transición al postcapitalismo, DEI, Ediciones desde abajo, Bogotá, Colombia, junio 2008, p 10
[4] DIERCKXSENS W., Op. Cit., p 10
[5] BERNSTEIN Jorge, Más allá de la recesión. En el comienzo de la segunda etapa de la crisis global, Op. Cit.
[6] FRIEDMAN Thomas L., Foreign Affairs; Techno-Nothings, New York Times, 18 de abril de 1998, citado por BORON Atilio, La cuarta Flota destruyó a Imperio, versión electrónica, julio 2008
[7] BORON A., Op. Cit.
[8] BUSH George W., Estrategia de seguridad nacional, septiembre 2002
[9] MARX Karl, El Capital, Tomo I.
[10] ROLDÓS León, www.urgente24.com, Argentina, 15/09/08.
[11] EL COMERCIO, www2.elcomercio.com, Enarsa es una empresa cuestionada en Argentina, 15/09/08
[12] SALTOS Napoleón, Oda al dedo, Periódico virtual “La otra historia”, Quito, septiembre 2008. En vísperas del cierre de la campaña por la consulta, el Presidente Correa decretó la intervención de los proyectos manejados por Odebrecht; el Gobierno brasilero calificó el tema como político y declaró el apoyo a la empresa; y se ha iniciado un proceso de negociación.
[13] DIERCKXSENS W., Op. Cit.
[14] PETRAS J., Op. Cit.
[15] CUEVA Agustín, El proceso de dominación política en el Ecuador.
[16] SALTOS Napoleón, Las fronteras de los movimientos sociales, Revista de la Escuela de Sociología de la Universidad Central del Ecuador, Nº 23, junio 2005. El subrayado es del original.
[17] UNDA Mario, Ecuador: Con el referéndum a la vista. ¿Qué es lo que está en juego?, pdf, versión electrónica, Quito, 18 agosto 2008.
[18] No es una mera coincidencia que el último viaje de Lucio Gutiérrez, a raíz de su derrocamiento, haya sido también a Brasil: más allá de los gobiernos opera el eje Manta-Manaos, China-Brasil, articulado al IIRSA, como el nuevo ordenador del modelo.
[19] WALLERSTEIN I., Op. Cit., pp. 9 - 10
[20] UNDA M., Op. Cit. pp. 2 – 3. Los subrayados son del original.
[21] “Así ha ocurrido en toda revolución: el partido más dócil, y todavía con posibilidades de gobernar, llega al poder, precisamente porque los derrotados ven en él la última posibilidad de salvación… Toda la clase burguesa y el resto de la clase propietaria feudal, una buena parte de la pequeña burguesía y de la población agraria se cobija alrededor de este partido – declamatoriamente muy revolucionario –, la extrema izquierda burguesa.” ENGELS Federico, Carta a Bebel, 11 de diciembre de 1884, citada en DOMÈNECH Antoni, El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Crítica, Barcelona, 2004, pp. 273 – 274.
[22] ENGELS F., Op. Cit.
[23] ENGELS F., Op. Cit. “Sea como fuere, nuestro único enemigo el día de la crisis y el día siguiente será el conjunto de la reacción agrupada en torno a la pura democracia, y eso no conviene perderlo de vista.”
[24] UNDA M., Op. Cit., p 4.
[25] BAEZ René, Correa o la fase superior del neoliberalismo, versión electrónica, septiembre 4 de 2008.